viernes, 20 de febrero de 2015

Canto de Widukind.

 
Antes que el cetro romano
O la cruzada corona carolingia
Fueron tus selvas, tus santuarios impenetrables:
Fueron tus montañas, los aserrados vacíos,
Sobre cuyas cúspides moraba
El águila voraz con su volar inmóvil
Como la nieve, el trueno eterno,
La garra del rayo sin nombre,
El zarpazo sempiterno
De los hielos planetarios.
Aquel primer hombre fue piedra cortada,
Chispa ignota, fuego anhelado,
Trigo salvaje sobre cuya piel
Tatuaba el talismán de las sombras
Las iniciales de la tierra,
El secreto del tiempo,
Sin conocer su medida.
Se perdió su memoria,
Pero su sangre horadó de los lechos fluviales
El légamo sediento, hasta el lenguaje del agua,
Y la vida quedó sin recuerdo esparcida
Por las espumas del viento,
Rompiendo sus labios contra la arena
De las intemporales playas,
Todo sedimento, huellas ahogadas,
Honda ola marina que borraba las palabras.
Yo quiero cantar su historia.
Desde el perdido lenguaje del lobo
Hasta las sílabas de las ramas,
Hasta las luces arcoirisadas del mundo final,
Puente a la cordillera dorada que se inclina inconclusa
Sobre la cascada aniquiladora del crepúsculo.
Artur Balder - La Lanza del Destino.

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