jueves, 30 de abril de 2015

Hijos de Esparta


¡Vuelve con tu escudo, o sobre él!, les gritaban las mujeres espartanas a sus hombres al partir a la guerra. Y los hombres obedecían, las líneas de guerreros orgullosos, el muro de escudos entrelazados, las afiladas lanzas de cara al enemigo.

Nada diría de un hombre, ni lo tomaría en cuenta
por la celeridad de sus pies o su destreza para la lucha
ni aunque tuviera el tamaño de un cíclope y una fuerza acorde,
ni aunque fuera más veloz que Bóreas, el viento norte de Tracia,
ni aunque fuera más apuesto y esbelto que Títonos,
ni aunque tuviera más riquezas que Midas o Ciniras,
ni aunque fuera más regio que el tantálida Pelops,
o tuviera la elocuencia persuasiva de Adrasto,
ni aunque tuviera todos los dones, salvo un espíritu combativo.
Pues ningún hombre demuestra dignidad en la guerra
si no puede afrontar la sangre y la matanza,
acercarse al enemigo y luchar con las manos.
He ahí el coraje, el bien más preciado del hombre,
he ahí el trofeo más noble que un joven puede anhelar,
he ahí un tesoro que su polis y todo el pueblo comparte con él:
un hombre que hinca los pies en primera línea y empuña la lanza
sin arredrarse, sin pensar siquiera en una pusilánime fuga,
que ha entrenado su corazón para ser firme y tenaz,
y alienta con palabras al hombre que está apostado junto a él.

Hijos de Esparta - Nicholas Nicastro.

martes, 28 de abril de 2015

The Alchemist's Letter.


La carta del alquimista.
"Después de la muerte del alquimista Nicolas, su hijo Veridian, regresa a la casa que había conocido cuando era niño.Recibe como herencia de su padre, una tumultuosa máquina que construyó para fabricar oro alimentado por sus propios recuerdos. La película nos lleva a un impresionante viaje a través de los vasos de la máquina en la que exploramos el contenido de los recuerdos más preciados del alquimista, todo ello en un intento de dar a su hijo una última lección de vida y salvarlo de seguir por el mismo camino fatídico".


martes, 21 de abril de 2015

Wulkaneldæ.

Tsuyoshi Nagano.
" Recuerdo la vida.Cuando en el seno de una corriente desbordada mis ojos se llenaban de tus ojos, y el círculo de la tierra renacía en tu juventud de fuego, resonante de una antigüedad atravesada por el estruendo de los ídolos.
El incienso de tu voluntad era permanente claridad, sus grumos densos anhelos en la ira de otro tiempo.
De amarillo se vestían los ríos de tu presencia, y los oros se me derramaban en las alas de las manos desbocadas.
La seda de un labio templado se prolongaba hasta el fondo del anillo sin retorno cuyo filo ata de la tierra los ejes sagrados…
Todavía hoy, prestigioso, el silencio de tu ausencia recuerda tus gestas en mis labios eternos, pues mi palabra es el rayo que te advierte, la hora de la gloria sin precedente que pasará de boca en boca, de siglo en siglo, sin freno más allá de la muerte,hasta la ceniza del tiempo y el final de los hombres".
" Raudo pasar de leñas,confusas amenazas de sueños derrotados, muecas de árboles que aterran el paso de un último amanecer.
El camino se retarda con su curva descendente.Tierra, luz, aire, horror se precipitan en la sima de un remoto presente.
Desciendo al pardo recinto de tu oculta sabiduría. Descolgada se resquebraja la corteza del monte y cabalga a lomos de zarzas hasta los labios del agua.
Paz de olas rotas a migajas,devoradas por el aura de una caduca eternidad sobre la espalda del mar.
Un millón de piedras redondas,y, en la orilla, la blanca veta, rectilínea, de la meta que por encima de toda doblez apunta al sino ineludible.
Qué peligroso, mi silencio inusitado.Qué egoísta, tu visita irreemplazable, Wulkaneldæ, en compañía de mi adiós; con él, ahora, me invocas a tu lado.
Es hora, dices entera, y pronuncias,con el diamante del primer rayo,un anticipo del misterio más temido.Me detienes, en silencio ya sin oros,de piedra religiosa y antigua en cuyo redor hiélanse los amores de un presente abierto en canal por el puñal de tu mirada agorera.
Y entonces el hálito de los ídolos en mi verbo tientas con una fumarola de incienso y grumos de soberbia,y desatas en el silencio más hondo tu palabra de adivina turbadora,celosa vigilante de los muertos.
Wulkaneldæ! Los ojos me llenas con sus ojos, mi boca colmas con su boca, y te libo, estro de silente trueno,en los labios de la valquiria:arrastro en la marea de sus cabellos la melena de las plácidas olas del mar quieto, que nos observa, para tocar el misterio absoluto que en lo más interno del mundo el todo a todo ata. El enjambre de las gaviotas devora la isla de los muertos.Solitaria reposa por siempre tu estatua en la costra marina de aquel encuentro".

Artur Balder, Crepúsculo de los Ases

viernes, 17 de abril de 2015

La venganza de Nessus.

Jules Elie Delaunay Death of Nessus 1870

Después de sus doce Trabajos, Heracles se dirige con su esposa Deyanira hacia Traquis y llegan a las orillas del río Evano. Éste bajaba crecido y resultaba difícil para Deyanira cruzarlo.Allí se encontraba el Centauro Nessus cuyo trabajo consistía en cruzar a la gente por una cantidad de dinero.Heracles le confía a su esposa, mientras que él pasará por su cuenta a nado.Durante la travesía, el centauro pretende forzar a la bella Deyanira, que grita asustada. Su impetuoso marido dispara una certera flecha que hiere mortalmente al atrevido.El centauro, moribundo, trama una maniobra para vengarse de Heracles. Sugiere a Deyanira  que, si mezcla las gotas de su semen, que han caído a tierra con la sangre que brota de la herida, tendrá un filtro mágico que le permitirá recuperar el amor de Heracles si alguna vez lo perdiese. Deyanira le cree y así lo hace, sin darse cuenta que la sangre de la herida está infectada por el veneno mortal que Heracles sacó de la Hidra.
 Algún tiempo después, Deyanira esperaba pacientemente en Traquis el regreso de Heracles, que  emprendió una expedición contra Etolia para derrotar al rey Eurito y apoderarse de su hija Íole, a la que quiere como concubina. Completado el ataque con una victoria, Heracles se dispone a hacer un sacrificio en acción de gracias a su padre Zeus. De este modo, envía a su heraldo Licas a Traquis con el fin de que se le entregue ropaje adecuado para el sacrificio. Deyanira, que conoce los hechos y temiendo que su esposo, encaprichado con Íole, ya no le ame, prepara una lujosa túnica impregnada cuidadosamente con la sangre de Nessus.
Cuando el heraldo le entrega la túnica a Heracles, éste se la pone y se inicia el sacrificio. Conforme la ropa se calienta por el calor corporal de Heracles, comienza a sufrir unos terribles dolores, pues la túnica se adhiere a la piel cada vez más y no puede desprenderse de ella. Cada vez que lo intenta, se arranca trozos de su propia carne. Entre grandes dolores ejecuta a Licas y pide que lo lleven a Traquis para matar a su esposa; aunque ésta, al conocer la noticia, se suicida. Heracles solicita que monten una pira en el monte Eta y que lo quemen vivo; pero nadie se atreve a prender la llama, hasta que pasa por allí Peante, el padre de Filoctetes, quien encenderá la pira y recibirá como premio las flechas y el arco de Heracles, armas que pasarán a manos de su hijo en la guerra de Troya.Una nube y un trueno ponen rúbrica a la apoteosis del héroe.