martes, 14 de julio de 2015

El poema del cuervo de Odín.

Carl Gehrts - Wodan's mill

Hrafnagaldur Ódins
(El poema del cuervo de Odín)
  El Padre de todos es poderoso; los Alfios tienen juicio; los Vanios son sabios;
las Nornas indican sobre sus escudos la marcha del tiempo; las gigantas paren;
los hombres sufren; los Thursars suspiran; las Valkirias alientan después de las batallas.
Los Æsir tienen tristes presentimientos; demonios artificiosos los turban por medio de runas mágicas.
Urda es la encargada de la custodia de Odreyer,
y de protegerle enérgicamente contra la mas grande muchedumbre.
Por eso Ungen (El cuervo de Odín) apresura sus investigaciones en el cielo;
 los dioses tienen aprensión, si tarda mucho.
Thráinn sueña desgracias, y Dáinn teme infortunios todavía ocultos.
Las fuerzas de los enanos quedan desfallecidas; los mundos vacilan sobre los hijos de Ginnung.
Alsvider esparce sobre ellos el rocío con frecuencia desde lo alto, y recoge lo que ha caído.
 Nunca la tierra ni el sol se detienen; la astucia no puede impedir la corriente del aire.
La sabiduría de los hombres está oculta en el límpido pozo de Mimer. ¿Me comprendéis?
Descendida del fresno Yggdrasill, la diosa mora con curiosidad en los valles.
Estos valles dan el nombre de Iduna a la mas joven de las hijas de Ivald, de la raza de los Alfios.
La diosa se afligía de no residir ya en el fresno;
se afligía aun mas de hallarse entre los descendientes de Noerve,
acostumbrada como estaba a mas bellas mansiones.
Viendo los héroes que Nanna  sentía tristeza en los caminos de la tierra,
la dieron una figura de lobo; ella se dejó revestir, cambió de humor, de color, y se chanceó con astucia.
Vidrer encargó al centinela del Bifröst preguntar a la joven del oro lo que sabia sobre todos los mundos.
Brage y Lopter sirvieron de testigos.
Montaron sobre lobos, en el patio de Heimer, y cantaron la evocación.
Odín la escuchó desde Hlidskjálf, e invitó a los hombres a separarse del camino.
El sabio preguntó a Iduna , que sirve el hidromiel a los descendientes de los dioses y a su compañía,
si sabia el origen, la edad y el fin del cielo, de la tierra y del abismo.
Ella no habló; no podía responder una palabra a los que la escuchaban, ni articular un sonido.
Las lágrimas cayeron de los escudos de su cabeza (Los ojos) y mojaron sus mejillas.
Como Elivoger, que viene del Oriente, llegó con fuerza la varita del gigante
que toca a media noche a todos los pueblos de la magnífica Midgardr.
Cesan entonces los rumores, las manos caen, el dios blanco se adormece,
la embriaguez del sueño interrumpe la alegría de los gigantes, las meditaciones del espíritu y el vigilante odio.
Los dioses creyeron que la joven estaba dormida, cuando oprimida por el dolor no pudo responderles;
temieron una negativa; pero su respuesta les satisfizo aun menos.
El general de los dioses marchó a preguntar al guarda de la trompa de Gialar (Heimdallr)
en las salas del Padre de los ejércitos.
Llevó consigo al hijo de Nala (Loki); el poeta de Grimer (Brage) se quedó para guardar el puesto.
Los hombres de Vidarr llegaron a Vingolf;
habían sido conducidos por los hijos de Forniot (El viento y el agua).
Entraron y saludaron a los Æsir sentados al festín alegre.
Desearon a Odín ser el mas feliz de los Æsir y reinar desde lo alto de su trono;
desearon a sus consejeros divinos, sentados al banquete,
gozar con el padre de todos de una alegría eterna.
A una señal de Odín, toda la compañía celeste se sentó en los bancos y comió de Saehrimner.
Skoegula sacaba con decencia de la cuba de Hnikarr y servia el hidromiel en las copas de la memoria
Los dioses dirigieron en la mesa muchas preguntas a Heimdallr, y las Æsirinas a Loki,
a fin de saber si la joven había hecho predicciones o proferido sabias sentencias.
Así se pasó el tiempo hasta la llegada de las tinieblas.
Los mensajeros manifestaron que no habían salido bien de su comisión,
y que sin duda seria difícil hallar medio de obtener una respuesta de la joven.
Orne tomó la palabra, y todos le escucharon:
“Tomemos esta noche para entregarnos a nuevas meditaciones,
a fin de poder dar mañana por la mañana un consejo a los Æsir piadosos.”
La madre de la tierra (La noche) corrió por el sendero de Rinda
a través de las regiones pertenecientes al padre de los lobos (Las montañas);
Odín y Frigga se retiraron del festín, y saludaron a los dioses cuando Hrimfaxi marchó.
El padre de Dellingr (El día) hizo avanzar su caballo,
cubierto de piedras preciosas, y cuya crin alumbró a todo Mannheim;
venia tirando del juguete de Dvalinn (El Sol).
Los gigantes, los Thursars, los muertos, los enanos y los Alfios
se fueron a reposar al límite septentrional de la tierra, y debajo de la última raíz del mundo.
Los dioses despertaron; la púrpura de los Alfios salió de las tinieblas;
la noche huyó al Norte, hacia Niflheimr.
El hijo de Ulfsrun (Heimdallr), guardián de la trompa de Himmingborg, pasó el Bifröst.
Las Eddas (1856)

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