sábado, 23 de enero de 2016

El evangelio según Loki. (Lágrimas)


 La historia está repleta de casos de personas que han intentado levantar a los muertos, y por lo general todo suele acabar en lágrimas. Este episodio empezó así también cuando Frigg emprendió el viaje para lograr su propósito.
—¡Llorad por Balder! —Se oyó.
—¡Llorad por Balder!
—¡Escoged la vida!
Las frases publicitarias se extendieron como un incendio. El relato de Frigg era capaz de hacer llorar a una piedra, y así sucedió a lo largo y ancho de los Mundos Intermedios. A una palabra suya, todo el mundo lloraba por Balder. Se ataban flores en torno a los árboles en su nombre; las mujeres se rasgaban las vestiduras; los hombres se mostraban cabizbajos; aullaban los animalillos; incluso las aves tomaron parte en la función.
Fue una especie de episodio de histeria colectiva. Gente que ni siquiera conocía a Balder se sintió de pronto derrumbada por la noticia de su fallecimiento; se compusieron cantos tristes en su honor. Los extraños dejaban de serlo, unidos como lo estaban por semejante pesar.
Mas todo movimiento tiene reacciones en contra. En la hora del triunfo, cuando todos los Mundos lloraron por Balder, Frigg se presentó ante una vieja bruja que vivía en una choza del bosque.
—¡Llora! ¡Oh, llora por Balder! —exclamó.
La anciana se quedó mirándola.
—¿Por quién?
—Por Balder, por Balder el Bello. Parangón del Pueblo. Mi hijo.
—Oh, qué triste —admitió la anciana, cuyos ojos mantuvieron una resuelta sequedad—. Pero ¿por qué iba yo a llorar por él?
—Porque, unidos por el dolor, podemos conquistar a la mismísima Muerte —aseguró Frigg.
—¿Qué? ¿Y no moriremos? —preguntó la vieja bruja.
—Sí, claro que moriremos, pero Balder podría vivir.
—Lo siento —dijo la anciana—. Pero todo esto me parece muy injusto. ¿Por qué iba la muerte de Balder a ser más importante que la mía? ¿Es porque era guapo, mientras que yo no soy más que un saco de huesos? O ¿porque él era joven, y yo vieja? Debes saber que hubo un tiempo en que fui joven. Y valoro mi vida al menos tanto como ese tal Balder, sea quien sea, valoraba la suya.
—No entiendes… —quiso explicarle Frigg.
La anciana sonrió.
—Querida, nadie lo entiende. Todos nosotros tenemos una vida, sea lo que sea que eso signifique. Vete a casa. Llora la muerte de tu hijo. Pero no esperes que yo lo haga, cuando él nunca habría llorado la mía.
Frigg entornó los ojos, suspicaz.
—¿Quién eres? —Trazó en el aire la runa Bjarkán.
—No soy nadie —respondió la anciana, encogiéndose de hombros.
—Mientes. Veo tus colores.
Sonreí bajo la capa de la anciana.
—Por favor. Por todos los dioses —dijo.
—Por mí los dioses pueden arrojarse al río con pesos atados a los pies —dije—. Vete y déjame en paz. —Así las cosas, le cerré la puerta en la cara y sonreí satisfecho por mi buena labor.
Joanne Harris, El evangelio según Loki


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