domingo, 30 de abril de 2017

La rendición de la cultura a la tecnología.


“ Es un mundo improbable. Un mundo en que la idea del progreso humano, tal como la planteó Bacon, ha sido sustituida por la idea de progreso tecnológico. El objetivo no es disminuir la ignorancia, la superstición y el sufrimiento, sino adaptarnos a las exigencias de las nuevas tecnologías. Por supuesto, nos decimos a nosotros mismos que tales adaptaciones conducirán a una vida mejor, pero se trata sólo de un residuo retórico de una tecnocracia en vías de desaparición. Somos una cultura que se consume a sí misma con la información y la mayoría de nosotros ni siquiera se cuestiona cómo controlar el proceso. Actuamos bajo el supuesto de que la información es nuestra amiga, creyendo que las culturas sufrirían dolorosamente por la carencia de la misma, lo cual, desde luego, sucede. Sólo ahora se está empezando a entender que las culturas también pueden padecer dolorosamente el exceso de información, una información sin sentido, una información sin mecanismos de control.”
“ Mientras los espectaculares triunfos de la tecnología se multiplicaban, estaba sucediendo algo más: las antiguas fuentes de las que surgían creencias eran asediadas. Nietzsche proclamaba que Dios había muerto. Darwin no fue tan lejos, pero dejó bien claro que, si éramos hijos de Dios, habíamos llegado a serlo a través de una ruta mucho más larga y menos solemne de lo que habíamos imaginado, y que en el proceso habíamos recogido algunos parientes bastante extraños e impropios. Marx defendía que la historia tenía su propio calendario y nos llevaba a donde debía, sin tener en cuenta nuestros deseos. Freud enseñaba que no comprendíamos nuestras necesidades más profundas y no podíamos confiar en nuestros sistemas tradicionales de razonamiento para descubrirlas. John Watson, el fundador del conductismo, mostraba que el libre albedrío era una ilusión y que nuestro comportamiento, en última instancia, no era muy distinto del de las palomas. Y Einstein y sus colegas nos contaban que no había formas absolutas de juzgar nada en ningún caso, que todo era relativo. La arremetida de un siglo de saber tuvo el efecto de hacernos perder confianza en nuestros sistemas de creencias y, de ahí, en nosotros mismos. Entre los escombros conceptuales permanecía una única idea en la que seguir creyendo.”
Neil Postman - Tecnópolis.La rendición de la cultura a la tecnología


 Animación de Steve Cutts

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