¡Guerreros, despertad para defender al rey!
Todos los que sean leales a su señor,
sepan que ha llegado la hora de luchar.
Te digo que aquí, portando armas crueles,
ha llegado, Hrolf, la hueste enemiga,
y cercan nuestras casas, las espadas en alto.
Creo que el tributo de tu hermana Skuld
no ha traído oro que en las salas brille,
pues busca contiendas con los Skildungos.
No como un amigo viaja el falso Hjörvardh,
para deponerte y que el reino sea suyo.
Condenados a muerte en verdad estamos
si ninguna venganza tomamos de la víbora.
¡Señores, levantaos y honrad vuestra palabra,
todo lo que jurasteis, por la cerveza vehementes!
Sean favorables o contrarios los vientos,
mantened la lealtad dada a vuestro señor,
él que no retuvo para sí tesoro
sino que generoso os daba oro y plata.
Lucha con las espadas os ofrece y las lanzas,
con lorigas y yelmos que de él obtuvisteis;
que brillen los escudos que compañía con vosotros,
para que honradamente os ganéis lo que os dio.
Como hombres debemos sostener el derecho
a los bienes que logramos en una hora más feliz.
Fiestas y regocijos se han terminado.
Los cuernos alzábamos brindando y bebiendo;
mucho nos jactábamos comiendo en las mesas;
mucho nos divertíamos sentados con las muchachas,
y las doncellas se alegraban al vernos pasar
con coloridas capas que nos dio nuestro rey.
¡Pero ahora dejad a vuestras queridas! Que él nos necesita
en el duro juego de Hild, de cortantes espadas,
para alejar la amenaza de su garganta y las nuestras.
Hombres temerosos no deben seguirlo;
más bien necesitamos los que ignoran el miedo
y no piden cuartel ni a flechas ni a hachas,
mirando impertérritos los helados aceros.
Los campeones sostienen el honor de su jefe;
mejor es que marche con audaces por séquito,
hombro con hombro listos a ser su escudo.
Férreamente el soldado empuñará el mango,
oscilando veloz sobre el enemigo la espada,
o con el pico del hacha partiéndole el pecho.
No retrocedáis, por más que las contrarias
fuerzas os sobrepasen. Malo es siempre que el noble
no le planta cara a la suerte adversa.
Poul Anderson La Saga de Hrolf Kraki
Todos los que sean leales a su señor,
sepan que ha llegado la hora de luchar.
Te digo que aquí, portando armas crueles,
ha llegado, Hrolf, la hueste enemiga,
y cercan nuestras casas, las espadas en alto.
Creo que el tributo de tu hermana Skuld
no ha traído oro que en las salas brille,
pues busca contiendas con los Skildungos.
No como un amigo viaja el falso Hjörvardh,
para deponerte y que el reino sea suyo.
Condenados a muerte en verdad estamos
si ninguna venganza tomamos de la víbora.
¡Señores, levantaos y honrad vuestra palabra,
todo lo que jurasteis, por la cerveza vehementes!
Sean favorables o contrarios los vientos,
mantened la lealtad dada a vuestro señor,
él que no retuvo para sí tesoro
sino que generoso os daba oro y plata.
Lucha con las espadas os ofrece y las lanzas,
con lorigas y yelmos que de él obtuvisteis;
que brillen los escudos que compañía con vosotros,
para que honradamente os ganéis lo que os dio.
Como hombres debemos sostener el derecho
a los bienes que logramos en una hora más feliz.
Fiestas y regocijos se han terminado.
Los cuernos alzábamos brindando y bebiendo;
mucho nos jactábamos comiendo en las mesas;
mucho nos divertíamos sentados con las muchachas,
y las doncellas se alegraban al vernos pasar
con coloridas capas que nos dio nuestro rey.
¡Pero ahora dejad a vuestras queridas! Que él nos necesita
en el duro juego de Hild, de cortantes espadas,
para alejar la amenaza de su garganta y las nuestras.
Hombres temerosos no deben seguirlo;
más bien necesitamos los que ignoran el miedo
y no piden cuartel ni a flechas ni a hachas,
mirando impertérritos los helados aceros.
Los campeones sostienen el honor de su jefe;
mejor es que marche con audaces por séquito,
hombro con hombro listos a ser su escudo.
Férreamente el soldado empuñará el mango,
oscilando veloz sobre el enemigo la espada,
o con el pico del hacha partiéndole el pecho.
No retrocedáis, por más que las contrarias
fuerzas os sobrepasen. Malo es siempre que el noble
no le planta cara a la suerte adversa.
Poul Anderson La Saga de Hrolf Kraki
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