Fotografia: Jestormbringer
« Escribí mis historias y observaciones. Plasmé mis pensamientos, ideas y recuerdos en vitela y papel. Guardé todo ese material y pensé que me pertenecía. Creía que al registrarlo por escrito, podría extraer alguna conclusión de todo lo que me había ocurrido, que a la causa la seguiría un efecto, y que vería claras las razones de los distintos sucesos. Tal vez pretendiera justificarme, no solo por todo lo que había hecho, sino por la persona en quien me había convertido. Durante años escribí con dedicación casi todas las noches para explicarme con minuciosidad a mí mismo mi mundo y mi vida. Guardé los manuscritos en una estantería, confiando en haber capturado el sentido de mi existencia.
Sin embargo, un día regresé y encontré mis detallados escritos reducidos a fragmentos de vitela esparcidos por un patio pisoteado y estropeados por la nieve y la lluvia. Sentado a lomos de mi montura, me quedé mirándolos y supe que, como siempre sucedía, el pasado había evadido mi intento de definirlo y comprenderlo. La historia no está más consolidada ni muerta que el futuro. El pasado no está más lejos de nosotros que el último aliento que tomamos.»
« La vida es equilibrio. Tendemos a olvidarlo mientras desgranamos un día tras otro sin darnos cuenta. Comemos, bebemos, dormimos y damos por sentado que siempre nos levantaremos para ver un nuevo amanecer, que el alimento y el descanso bastarán siempre para regenerarnos. Esperamos que sanen nuestras heridas, que el dolor disminuya con el paso del tiempo. Incluso enfrentados a heridas que se curan más despacio, a dolores que se reducen durante el día tan solo para volver con brío renovado al caer la noche, incluso cuando el sueño no nos proporciona descanso seguimos esperando que, de alguna manera, mañana se restaurará el equilibrio y podremos seguir adelante. Pero tarde o temprano este exquisito equilibrio se ve perturbado y, pese a todos nuestros intentos desesperados, comienza el lento declive, la agónica transición del cuerpo capaz de conservarse por sí solo al cuerpo que lucha con uñas y dientes por aferrarse a lo que solía ser.»
Robin Hobb - La misión del bufón.
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