¿Habéis navegado alguna vez en un drakar? No en un knarr panzudo y macizo cargado de mercancía que se revuelca por el mar como un caballo de carga, sino en un ingenio elegante, veloz como el demonio y terrorífico: un barco vikingo. ¿Habéis estado alguna vez en la proa dejando que el viento salado os alborote el pelo mientras las hijas de pelo blanco de Ran se derriten bajo el pecho fuerte y curvo de la bestia? ¿Habéis recorrido la ruta de las ballenas con guerreros de piel ajada por el viento cuya extraordinaria habilidad con el hacha y la espada es un regalo del poderoso Odín, el dios de la guerra? ¿Hombres cuyo trabajo mortífero alimenta al lobo, al águila y al cuervo? Yo he hecho todas estas cosas. Esa ha sido mi vida y aunque repugne (y atemorice, diría yo) a esos seguidores del Cristo Blanco que visten faldones, me he sentido satisfecho con mi sino. Porque ciertos hombres nacen más cerca de los dioses que otros. Junto al pozo de Urd, bajo una de las raíces del gran árbol de la vida Yggdrasil, las Nornas, las hermanas del destino, del presente y el futuro, toman los hilos de la vida de los hombres y los entretejen hasta formar diseños llenos de dolor y sufrimiento, gloria y riquezas, además de muerte. Y sus dedos antiguos deben de haberse cansado al hilar mi vida.
Así pues, leva el ancla. Iza la vieja vela harapienta. El trabajo de mañana está muy lejos y la noche se extiende ante nosotros como el océano iluminado por las estrellas en una noche de primavera. Por tanto..., estamos lejos...
Giles Kristian - Los Hijos del Trueno.
Hermosa lectura
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