“La Condesa Sangrienta”
Es una obra que combina magistralmente a tres personas de alto interés para los lectores: la condesa Erzébet Báthory, la poetisa Alejandra Pizarnik y el ilustrador Santiago Caruso.
Es una obra que combina magistralmente a tres personas de alto interés para los lectores: la condesa Erzébet Báthory, la poetisa Alejandra Pizarnik y el ilustrador Santiago Caruso.
La trama principal de esta historia se desarrolla en el castillo de Csejthe (Hungría), lugar en donde la aristócrata Erzébet Báthory (1560-1614) mataría a más de seiscientas jóvenes aplicándoles todo tipo de métodos de tortura, hasta que fue finalmente descubierta por las autoridades y condenada a estar recluida en una de las torres de su castillo hasta la muerte. Aficionada a cualquier acto que estuviera cargado de sadismo y crueldad, acostumbraba a bañarse en la sangre de sus propias víctimas esperando que, con la ejecución de ese macabro rito, se le permitiera disfrutar de la eterna juventud. Como imagen perfecta de una inhumana vampiresa, esta condesa se alimentó del fluido vital de sus víctimas con la esperanza de poder esquivar la acción de la Dama Muerte. Una absurda forma de tratar de escapar de su acción precisamente, a costa de la muerte en sí.
Alejandra Pizarnik (1936-1972), poetisa de culto, publicó su libro “La Condesa Sangrienta” en el año 1965.
Muy directa en sus descripciones y con un estilo literario ágil, describiría lo horrible con una naturalidad que deja un tanto helado, emocionalmente hablando. Sabiendo cómo situar al lector en un segundo plano, no dejará en ningún momento de provocarle con sus frías palabras. “La Condesa Sangrienta” está compuesta por una serie de capítulos en los que se describen los métodos de tortura que Erzébet Báthory aplicó a sus víctimas, convirtiendo esos baños de sangre en algo casi circunstancial en vista a los tormentos aquí expuestos. Muertes por congelación provocadas por nocturnos baños de agua fría en gélidos páramos, lentas muertes en el interior de “la virgen de hierro”, sangrientas muertes en espinosas jaulas suspendidas del techo, agónicas muertes provocadas por la aplicación en las víctimas de las más brutales torturas físicas,... convierten a esta obra en un sangriento rosario de la locura humana sin límite alguno.
El ilustrador Santiago Caruso ha sabido muy bien reflejar en imágenes simbólicas esta historia llena de lujo, perversión sexual y crímenes extremos. Con un predominio absoluto de los colores blanco, negro y rojo, Santiago Caruso nos presenta una interpretación gráfíca de la obra de Alejandra Pizarnik cargada de dibujos con detalles macabros muy influenciados por el arte barroco. También realiza un excelente uso del símbolo como clave principal de su mensaje. Unos símbolos de indescriptible significado, pero en los que se pueden intuir las maléficas fuerzas que pueden traer implícitos.
Con un aspecto religioso a primera vista, muchos personajes conservan su imagen fantasmagórica, con pieles blancas tan extremas como si estuvieran muertos o les faltara la sangre en las venas. La indefensión de las víctimas queda perfectamente reflejada en su desnudez, en su mirada perdida, en sus ojos cerrados, mientras la lujuria extrema se mantiene constante. Darvulia, una vieja hechicera del bosque, también se unirá a la condesa para añadir la magia negra a sus enfermos actos. Esta inhumana región caerá bajo la oscura y gelatinosa lluvia que traerá la cruel tormenta provocada por Erzébet Báthory que aspira a transformarse en una inmortal diosa, a través de los actos nigrománticos más demoníacos.
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