viernes, 28 de febrero de 2014

Elucubraciones (V)

«El Gran Capitán», Gonzalo Fernández de Córdoba.
Fotografia: Jestormbringer

Puedes ser invencible con sólo no aceptar un combate cuya victoria no esté bajo tu control. Por consiguiente, si ves a alguien cubierto de honores o poder, o que goza de alta estima, o resulta favorecido de cualquier otro modo, no te dejes llevar por las apariencias y no lo consideres feliz. Porque, si la esencia del bien reside en las cosas que podemos controlar, no hay razón para dar lugar a los celos y a la envidia. Por tu parte, no desees ser general, o senador, o cónsul, sino libre; y la única manera de lograrlo es menospreciando aquello que no controlamos.

Los siguientes razonamientos no se condicen: “Soy más rico que tú, por lo tanto soy mejor”; “Soy más elocuente que tú, por lo tanto soy mejor”. Lo que se condice es más bien lo siguiente: “Soy más rico que tú, por lo tanto mis propiedades son mayores que las tuyas”; “Soy más elocuente que tú, por lo tanto mi estilo es mejor que el tuyo”. Sin embargo, después de todo, tú no eres ni una propiedad ni un estilo.

No dejes que te preocupe la idea de vivir en la deshonra y de no ser nadie en parte alguna. Porque, si el no recibir honores fuese un mal, entonces los demás tendrían el poder de hacernos desdichados; y no es así, como que tampoco los demás pueden obligarnos a participar de algo innoble. ¿Es, pues, asunto tuyo obtener poder o ser admitido en un festín? De ninguna manera. Al fin y al cabo, ¿por qué carecer de poder o no ser invitado habría de ser un deshonor? ¿Por qué habría de ser cierto que por ello no eres nadie en ninguna parte? Lo que debes ser es alguien tan sólo en aquellas cosas que están bajo tu propio control y en las que tu decisión es lo que más importa.

No exijas que las cosas sucedan tal como lo deseas. Procura desearlas tal como suceden y todo ocurrirá según tus deseos.

Enquiridion (o Manual de Epicteto)

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