domingo, 6 de marzo de 2016

Canto de muerte de Conan el cimerio.


El camino era largo, el camino era áspero Y el cielo era frío y gris;
La blanca luna era un bloque congelado
En el pálido albor y sin color de la mañana;
Pero ladrón y prostituta, rey y guardia...
Guerrero, mago, bribón y bardo...
Todos se acompañaban por el camino.
El viento era cortante como un cuchillo afilado
Mientras soplaba desde los mares salados,
El viento de la tempestad resucitaba a una apariencia de vida
A los oscuros esqueletos de los árboles;
Pero yo bebía el vino espumante de la vida...
El vino del saqueo y del bramar y de la lucha...
Hasta la última gota amarga.
De joven, vine del Norte salvaje a la ciudad
De la sed y el pecado, con la antorcha y el acero,
Con la sangre y las llamas
Me gané lo que un hombre puede tener;
Sí, jugué y gané en el juego del demonio...
Tuve esplendor y gloria, y fama fulgurante
Y e reí ante el guiño de la muerte.
Y hubieron adversarios que combatir y asesinar..
Y coronas que conquistar y desechar...
Y amigos de quien fiarse...
Y labios que devorar con brama...
Y cantos con los que ahuyentar la oscura noche...
Y vino que beber hasta el despuntar del día...
¿Qué importa si al final, todo será polvo?
Yo me he ganado mi parte de vuestras gemas y vuestro oro
Pero ellos se reducen a polvo;
Me he regodeado con lo mejor que ofrece la vida;
Y que el demonio se guarde el resto.
La fosa es profunda, y la noche es fría...
El mundo es un cráneo de moho maloliente...
¡Y yo me río de vuestros miserables dioses!
El sutil camino se devana en un pueblo maldito,
donde hasta la tierra es árida y negra
pero nosotros somos una banda alegre y gozosa,
que no eligió la vida más fácil: asaltos, saqueos e incendios...
y la vida a mi derecha me acompaña, riendo...
y la muerte cabalga a mis espaldas.
El camino era polvoriento y áspero y largo...
Crom, pero un hombre se seca...
Yo estoy cansado y la muerte es fuerte...
Pero la carne nace para morir.
¡Salve, oh dioses! Fue una brigada alegre
la que me acompañó con cantos y con brío...
bajo un cielo sin estrellas.
He escuchado monjes gordos y astutos
Hablar de cómo las almas de los condenados Se retuercen y gimen.
Este paraíso, ellos lo pueden comprar y vender
A cambio de oro y sólo de oro;
En las llamas, las escrituras y también los monjes
Yo bajo hacia la boca escarlata del infierno...
¡A la conquista del trono del demonio!
Me he enfrentado a la vida con audacia y sin miedo...
¿Debo acaso vacilar al acercarse la muerte?
La vida es sólo un juego que he jugado
Con la muerte, año tras año;
¡Saludos, oh valerosos amigos que he conocido
y esclavos y guerreros y ágiles jovencitas!
No lamento ningún paso del sendero que he recorrido...
El sendero termina...aquí.
 Robert E. Howard.


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