domingo, 24 de marzo de 2013

La Batalla de Brunanburh


 Jaime Jones - Barbarian Hill step

Este poema conmemora una gran victoria de los sajones occidentales, comandados por el rey Aethelstan y por su hermano Edmund, sobre una coalición de daneses, escoceses y galeses en el año 937. Anlaf (Olaf), rey de los daneses de Irlanda, invadió el reino de Inglaterra, penetró en el campamento sajón y cantó, acompañándose del arpa, para el rey y sus huéspedes. Este le dio unas monedas; Anlaf, que no podía aceptar un regalo del hombre a quien pensaba destruir, las enterró. Fue observado y reconocido por un soldado que habia servido con él. Anlaf volvió a su ejército, pero el soldado denunció al rey sajón la verdadera identidad del juglar. «¿Por qué no hablaste antes», dijo Aethelstan. El soldado repuso: «Si hubiera traicionado a quien servi antaño, ¿confiarías en mí, que te sirvo ahora?» Aethelstan lo premió y mudó la disposición de su ejército. Al día siguiente se libró la batalla, que duró «desde que esa famosa estrella, el sol, resplandeciente candela de Dios, surgió en el tiempo de la mañana, hasta que la gloriosa criatura resbaló sobre los campos y declinó en su ocaso». Anlaf, vencido, pudo huir a sus naves; «cinco jóvenes reyes fueron entregados al sueño por las espadas».
Jorge Luis Borges.

Hoy el Rey Aethelstan, Señor de guerreros,
dador de anillos a los hombres, y también su hermano,
el Príncipe Eadmund, ganaron gloria eterna
en batalla con afiladas espadas cerca de Brunanburh.
Ellos rompieron el muro de escudos,
partieron escudos de batalla como fuertes martillos.
Los hijos de Eadweard, como se esperaba de ellos,
de nobles ancestros, deben, de tanto en tanto
defender sus tierras, tesoros y hogares
en batalla contra los enemigos.

El enemigo pereció, Pictos y hombres del mar,
destinados estaban a caer.
En el campo fluyó la sangre de los guerreros,
desde el alzarse del sol en la mañana,
cuando la estrella gloriosa flotaba sobre la tierra,
brillante lámpara de Dios, eterno señor,
hasta que tan noble creación se hundió en su refugio.
Allí yacen muchos guerreros muertos por las lanzas;
Hombres del Norte que los escudos no protegieron,
así como Pictos cansados, saciados de guerra.

Los Sajones del Oeste empujaron todo el día;
las tropas persiguieron al enemigo hostil.
Derribaron a los fugitivos desde atrás
Con espadas afiladas por la matanza.
Los Mercios no rehusaron jugar fuerte con ningún guerrero
de los que vinieron con Anlaf sobre la marea alta
en el seno de una nave,
aquéllos que buscaron tierra, encontraron la lucha.
Cinco yacen muertos en el campo de batalla,
jóvenes reyes, puestos a dormir por las espadas,
así como siete de los señores de Anlaf,
innumerables soldados, marineros y Pictos.

Allí el jefe de los hombres del Norte fue puesto en fuga,
urgido por la necesidad en la proa de una nave con poca compañía:
empujó la nave a flote, el rey marchó en la nebulosa marea, y salvó su vida.
Así mismo, también el viejo aventurero hubo de escapar
a su propio territorio en el norte "Constantine" canoso guerrero.
No tuvo razón para celebrar el gran encuentro;
privado fue de sus hombres, amigos cayeron en el campo de batalla,
muertos en la huida: incluso su hijo, inexperto en la batalla,
abandonó en el lugar de la matanza, despedazado por las heridas.
Aquél guerrero de cabellos grises
no tuvo razón para alardear de su habilidad con la espada,
viejo engañoso, ni lo hizo Anlaf;
con los restos de su ejército no tuvieron razón para
reír porque fueran mejores en la guerra
en el encuentro de pendones del campo de batalla,
encuentro de espadas, encuentro de hombres,
intercambio de golpes – cuando combatieron contra
Los hijos de Edweard en el campo de batalla.

Partieron los Hombres del Norte en naves clavadas.
Los tristes sobrevivientes de la batalla,
buscaron Dublin sobre las hondas aguas,
abandonando el puerto para retornar a Irlanda,
avergonzados de espíritu.
Así mismo los hermanos, juntos ambos,
Rey y Príncipe, buscaron su hogar,
la Tierra de los Sajones del Oeste,
exultantes de la batalla.
Dejaron tras ellos, para gozar de los cadáveres,
aquél cubierto de oscuro, el negro cuervo de afilado pico,
y la que se cubre de gris, el águila blanca en la espalda,
para festejar con la carroña, ambicioso halcón de la guerra,
y aquél animal gris, el lobo en la floresta.

Nunca hubo mayor matanza en esta isla,
ni tanta gente muerta antes por el filo de la espada:
nunca si le creemos a aquéllos que nos cuentan
de libros, sabios ancianos,
desde que los Anglos y los Sajones del este vinieron
sobre el ancho mar. Britania buscaban,
Orgullosos guerreros que derrotaron a los Galos,
gloriosos guerreros que tomaron la tierra.
 937 d.C.

El poema se ha conservado en cuatro copias manuscritas de la Crónica Anglosajona. Aunque no es posible dilucidar si fue compuesto como parte de la Crónica o si fue incorporado posteriormente.

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