miércoles, 31 de enero de 2018

Apolo, Cuchillo en mano.


Fuente de Apolo. Fotografia: Jestormbringer

En las inmediaciones de la casa del Pitio, escuchad atentamente y oiréis un canto de matarife, el amo del oráculo que asesina mientras el cuchillo reclama su parte, y sin demora. Abrid los ojos y sobre el amplio umbral del santuario divisaréis a los asesinos impacientes por recibir órdenes. En los alrededores del templo pasaréis sobre diezmos humanos ofrecidos al comedor de hombres, que se ha establecido sobre una terraza rocosa de Fócide ¿Apolo un «dios sin tacha»? Y sin embargo Homero no quiere engañamos sobre ese gran dios: su cólera estalla más rápido que la de cualquier otro; el sonido terrible de sus flechas da muerte por cientos a los mulos, los perros y los hombres. La primera epifanía de un dios «que parece amar por encima de todo los juegos, las danzas y los cantos», nos lo muestra «semejante a la noche», Arquero de la muerte que viene a «hacer morir», apollynai en griego, que tan bien se hace eco de su propio nombre, Apolo. Sea en Argos o en Claro, Apolo pone mucho cuidado en recordar que es también un dios que oficia por la noche y que gusta de poseer a su profetisa después de que ella haya bebido la sangre de una oveja degollada para él. 

 Cuchillo en mano: éste es el primer Apolo, que sale de Délos y toma posesión del lugar de la palabra oracular. Un cuchillo para degollar sobre un altar recién inaugurado. Un cuchillo para cortar los caminos y los altares, para trazar el témenos, santuario «recortado» (témnein) que le sienta como un guante. Apolo Aguieús conoce los caminos del cuchillo uno a uno: matarife entre los sacrificadores, comedor de hombres, asesino de su enemigo privilegiado, cómplice de su asesino más cercano, conoce la locura y la huida enloquecida del que derrama sangre y hace que se despierte la violencia implacable del que acaba de morir. A él le corresponde abrir o cerrar los caminos de la palabra, esconderlos para enseñarlos mejor. En el cruce de los caminos del cuchillo y de la palabra, Apolo reina sobre lo puro y lo impuro: «puro exiliado del cielo». Dios impuro, y siempre joven, es el que, entre los Inmortales, más se adentra en la noche. Dios pestífero, funesto y fatal, Otilios, posee el resplandor siniestro de un astro que brilla en medio de un cielo de tinieblas. Phoíbos, puro por el resplandor del Sol, sabe cómo, en los senderos del oráculo, separar estrictamente al más impuro de su mancha íntima. Su arte extremo no es purificar, sino construir lo puro con lo impuro, mostrando audazmente cómo, desde lo más informe, darse un camino sin memoria, crear el puro nuevo comienzo de una fundación que desea considerarse duradera. 

Marcel Detienne - Apolo con el cuchillo en la mano.

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