martes, 30 de abril de 2019

Berserker.


Ilustración: Christian Sloan Hall.

En las Sagas of the Norse Kings [Las Sagas de los Reyes Noruegos], y en muchas de las sagas familiares islandesas, encontramos que la mayoría de los más venerados, temidos y belicosos de entre los luchadores eran denominados berserkir (berserks, o «Pellejos de oso») o menos comúnmente ulfhednar («Piel de lobo»). Muchos rumores extraños han aparecido, por consiguiente, sobre estas «tropas», aunque lo que es realmente raro es que gozan de una amplia credibilidad aun hoy en día. Se ha alegado, por ejemplo, que los berserks tendían a caer en arrebatos de licantropía, durante los que creían realmente no sólo que eran osos o lobos sino que no podían ser heridos por las armas del enemigo. Que entraban en trances de rabia epiléptica, consumiendo drogas o setas «mágicas», durante los que abandonaban sus escudos y se comportaban frenéticamente, de un modo psicótico e irreflexivo, sin preocuparse en absoluto por su seguridad personal. Estas descripciones presentan una equívoca relación con los «hombres lobo» de la mitología transilvana.

Se ha hipotetizado, incluso, que la propensión a actuar como un berserk pudo haber sido hereditaria, de modo que bandas al completo de hermanos berserks y sus hijos se habrían reunido en lugares secretos. En otros contextos se afirma que estaban «organizados» en unidades de doce (como si una idea tal fuese posible para este tipo de personajes enloquecidos). Así, según Heimskringla [El Círculo del Mundo], estas tropas escogidas se agrupaban en cuerpos regulares, que se disponían sobre el castillo de proa del barco (por ejemplo en la batalla de Hafrsfjord, c. 880) para lanzar el golpe inicial al enemigo y doblegarlo sin remisión ya en el primer encontronazo. Obviamente, si un grupo de individuos de este talante hubiesen podido sincronizar su explosión de cólera psicótica habrían formado un grupo de choque portentoso.

Un intento de análisis más sobrio, sin embargo, debe esforzarse para resituar en su conjunto y sus justos términos la idea de berserk . No eran posiblemente más exóticos o peculiares que los «bearskin guards» [«guardias con morriones de piel de oso»] revestidos de rojo que se mantienen aún como centinelas en el palacio de Buckingham (y en su homólogo danés) hoy en día. Y su mortalidad está bien documentado en las propias sagas: casi cada gran héroe islandés de los tiempos paganos parece haber eliminado al menos a uno de ellos mientras se labraba su reputación. No había, pues, absolutamente nada de sobrenatural o mágico en estos resueltos soldados, aparte del prestigio general y la reputación propios de un grupo selecto de miembros de la elite militar o de una escolta real. Algunos de los hombres descritos como berserks parecen haber ganado su fama sólo a través de su pertenencia a las tropas distinguidas por el monarca y no por ninguna particular condición psicológica.

Otros berserks fueron, sin embargo, proscritos muy violentos, que sobrepasaban con su conducta todas las convenciones, todos los límites del comportamiento civilizado (y por ello predecible). En las sagas este término se usa a menudo como sinónimo directo de vikingo en el sentido de pirata. En este contexto es muy interesante recordar un estudio de las bandas callejeras de Glasgow en los años 60, que demostró que los líderes de dichos colectivos eran normalmente los más violentos y psicológicamente perturbados de sus miembros. Ganaban su posición preeminente porque, de modo instintivo y natural, tendían a llevar comportamientos irracionales hasta el último extremo: eran capaces de enfurecerse repentinamente y emprenderla a cuchilladas al más mínimo asomo de insulto. En otras palabras, eran individuos que tenían un «espacio personal» a la vez grande e ignoto, que nadie podía violar sin arriesgarse a sufrir las consecuencias de una ira ciega y explosiva. La gente normal suele empezar a pelear cuando alguien agarra su corbata y le vierte amenazadoramente el aliento sobre su cara, pero un pandillero con vocación de líder era capaz de soltar un puñetazo si alguien a dos metros de distancia se olvidaba de darle los «buenos días». Elocuentemente, un termino alternativo para designar a estos individuos era «jefe loco» (p. ej., «psicópata jefe de banda»). Existen pocas evidencias de que en el Glasgow de 1960 cualquier otra sustancia psicotrópica más allá del alcohol ayudase a encolerizar a tales personajes, ya que en aquellos días las drogas estaban asociadas con actitudes más plácidas como la paz y el amor. Sin embargo, no hay que olvidar que un estado psicótico y violento puede ser natural en ciertos sujetos.

Mientras que el cabecilla de unos pandilleros escoceses podía gustar en vestir símbolos amenazadores como calaveras o chapas de Mötorhead, el equivalente simbólico en tiempos de los vikingos habrían sido las pieles de oso o de lobo. La mayoría de los relatos sobre los que se asienta la leyenda de los berserks son posiblemente mitológicos y espurios. Por ejemplo, uno sospecha que sus escudos estaban «mordidos» por las espadas y hachas de sus enemigos más que por los dientes de sus propietarios, y que esta imagen fue meramente mal traducida o incomprendida. En cuanto al resto de su comportamiento licantrópico, nos vienen a la memoria los aullidos de los tramperos de las Montañas Rocosas, el grito rebelde de los confederados en la guerra civil estadounidense. Los hombres gritan cosas muy extrañas durante las batallas (e incluso en los partidos de fútbol), pero dudamos que ello sea una evidencia firme de que en ese momento crean que se han convertido en osos o lobos.

Paddy Griffith - Los vikingos. El terror de Europa

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