cuando ya se encaminaba al sepulcro tentador.
Esos anillos que daba con bravura los compró,
esos anillos dorados con esfuerzo los guardó
y de reyes orientales los protegió con dolores.
Acoja a nuestro monarca, de fama e ilustre nombre,
esta pira funeraria,y que el fuego lo devore.
¡Yazca envuelto en llamas ya nuestro señor de los hombres!
De amargura su recuerdo nos llena los corazones,
hace que cese la risa y que las lágrimas broten.
No han de adornar ya sus cuellos nuestras doncellas con torques,
ni lucir joyas de plata o engalanarse con broches.
El camino del exilio recorrerán sin cesar,
y al gran defensor del pueblo para siempre han de llorar.
Caminarán despojados, en voz muy baja hablarán,
pues la pena asi inspirada de dolor los llenará.
Estará el suelo cubierto,de lanzas abandonadas,
pues muchos nobles guerreros no verán tan triste alba.
Recorrerán las colinas águilas de negras alas,
pregonando que murió el señor en la batalla.
Frente a un enemigo inmenso,a sus hombres caer vio,
pero el Señor de los Lobos a los muertos se enfrentó.
Réquiem por el Rey Teodorico.
Réquiem por el Rey Teodorico.
(William Napier - Atila III - El juicio final.)
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