domingo, 20 de abril de 2014

La mujer en la sociedad vikinga.


Una de las mayores diferencias existentes entre los pueblos nórdicos y los del resto de Europa tiene que ver con el papel desempeñado por las mujeres en la sociedad. No necesariamente debido al hecho de que sean culturas paganas o de ascendencia germánica, las mujeres en el mundo escandinavo gozan de un estatus del que se ven privadas en otros ámbitos en los que una vez lo tuvieron (como la propia Inglaterra antes de ser cristianizada en el siglo VII). Puesto que los vikingos no eran sólo piratas, sino también granjeros, artesanos y comerciantes, cabe pensar en ellos como hombres de familia y preguntarse cuál era su relación con sus mujeres y el papel de éstas en la sociedad. En principio, las mujeres no podían ser vikingas. Aun así, sabemos que las mujeres desempeñaron un importante papel en el proceso de asentamiento y colonización. Puesto que estos colonos se establecían como granjeros o como comerciantes y ambos trabajos eran labores de tipo familiar (o de alguna manera involucraban a la familia), era habitual que la mujer estuviera al frente de la granja cuando el marido estaba fuera o había muerto. La asociación entre mujer y comercio no es fortuita. Aunque los matrimonios se arreglaban en función de las necesidades de alianzas políticas o económicas en el ting y no en función de la voluntad de los pretendientes, cuando la mujer se casaba, entre los 12 y los 15 años, aportaba una dote (objetos o tierras) que era privativa de ella. Tan es así que, en caso de que falleciera, estos bienes pasaban a ser propiedad de sus hijos y nunca de su viudo. Las mujeres escandinavas, además, podían pedir el divorcio de sus maridos y llevarse con ellas los bienes aportados sobre los que tenían plenos derechos (podían vender, comprar, heredar, etc.). Esta libertad o independencia económica es uno de los rasgos más sobresalientes de las mujeres escandinavas junto con el hecho de que, además de ser administradoras de los bienes de la granja, eran las que poseían los conocimientos de magia y hierbas medicinales que en otras culturas son exclusivos de hechiceros o de una clase religiosa (con todo el cúmulo de poder que ello supone).

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