Fotografia: Jestormbringer
Para llevar a cabo la inhibición de los instintos que exige el mundo moderno, y para poder manejar de modo adecuado el estancamiento de energía resultante de esa inhibición, el ego tiene que sufrir un cambio. El ego, es decir, la parte de la persona que está expuesta al peligro, se torna rígido, como decimos, cuando es expuesta de continuo a los mismos o similares conflictos entre sus necesidades y un mundo exterior inductor de temores.
En este proceso va adquiriendo un modo de reacción crónico, que funciona de forma automática, que denominamos "carácter". Es como si la personalidad afectiva se hubiese recubierto de una armadura, como si el duro caparazón que va desarrollando tuviese como objetivo desviar y debilitar los golpes del mundo exterior, así como acallar las necesidades interiores. Esta armadura hace que la persona sea menos sensible a todo lo desagradable, pero también restringe la motilidad de la libido y de la agresión, con lo que se reduce su capacidad de alcanzar logros y experimentar placer. Decimos que el ego se ha vuelto menos flexible y más rígido, y que la capacidad de regular la economía energética depende de la extensión de esa armadura.
Wilhelm Reich, (1897-1957)
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