sábado, 20 de mayo de 2017

Idun.

Johan Egerkrans

Idun,, la personificación de la primavera o de la juventud eterna, la cual, según algunos mitólogos,  no  había  tenido  un  nacimiento  y  nunca  experimentaría  la  muerte,  fue cálidamente bienvenida por los dioses cuando hizo acto de presencia en Asgard junto a Bragi, su esposo. Para asegurarse su afecto, ella les prometió un bocado diario de las maravillosas manzanas que llevaba en su estuche, y que tenían el poder de otorgar la juventud y la belleza eterna a todos aquellos que las saborearan. Gracias ala fruta mágica, los dioses escandinavos, que, ya que habían surgido de una mezcla de razas, no eran todos inmortales, evitaron el paso del tiempo y la enfermedad por  ellos,  y  se mantuvieron enérgicos,  hermosos  y  jóvenes  durante  innumerables décadas.  Consiguientemente,  estas  manzanas  fueron  consideradas  una  posesión  muy preciada,  e  Idun  las  atesoraba  cuidadosamente  en  su  cofre  mágico.  No  importaba  el
número  de  ellas  que  extrajera,  el  mismo  número  quedaba  siempre  dentro  para  ser distribuidas  en  el  festín  de  los  dioses,  los  únicos  a  los  que  ella  permitía  que  las saborearan, a pesar de que enanos y gigantes estaban ansiosos por poseer la fruta.

Idun se encontraba en una ocasión sentada sobre las ramas de fresno sagrado Yggdrasil, cuando, desvaneciéndose súbitamente, aflojó su agarre y se desplomó hacia el suelo que se encontraba por debajo de ella, hasta las más infranqueables profundidades del Niflheim. Allí yació, pálida e inmóvil, contemplando con ojos fijos y llenos de terror las horribles vistas del reino de Hel, estremeciéndose violentamente mientras tanto, como alguien vencido por un frío penetrante.
Viendo que no regresaba, Odín ordenó a Bragi, a Heimdall y a otros dioses que fueran en su búsqueda, entregándoles una piel blanca de lobo con la que pudieran arroparla, para que ella no sufriera el frío y pidiéndoles que emplearan todos sus esfuerzos para
despertarla del estupor que su presciencia le habían dicho que se había apoderado de ella.
Idun permitió pasivamente a los dioses que la arroparan en la cálida piel de lobo, pero ella rehusó persistentemente hablar o moverse y de su extraño comportamiento sospechó tristemente su marido que ella había experimentado una visión de grandes desgracias. Las lágrimas corrían continuamente por sus pálidas mejillas y Bragi, abrumado por su tristeza, pidió a los otros dioses que regresaran a Asgard sin él, jurando que permanecería junto a su esposa hasta que ella estuviera preparada para abandonar el lúgubre reino de Hel. La visión de su dolor le oprimió tanto que no tuvo corazón para sus habituales canciones alegres y las cuerdas de su arpa permanecieron mudas mientras él continuaba en el inframundo.
En este mito, la caída de Idun es simbólica de la caída otoñal de las hojas, que yacen desamparadas sobre el frío y raso suelo, hasta que la nieve las oculta de la vista, representada por la piel de lobo, que Odín, el cielo, envía para mantenerlas templadas y el cese de los cantos de los pájaros se representa posteriormente con el silencio del arpa de Bragi.



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