The Faceless by JasonEngle.
Los griegos llamaban a la verdad aletheia, que significa «no olvidar». Según Platón, la verdad se adquiría mediante la anamnesis o rememoración. Cada alma habita, antes de nacer, en un reino divino al que regresará después de la muerte. Justo cuando está a punto de encarnar se en este mundo, bebe de Lete, el río del Olvido, de manera que ya no puede recordar nada de sus orígenes divinos.
Cada vez que en nuestra vida nos encontramos con algo que instintivamente sabemos que es verdadero, estamos recuperando una parte de la plenitud de conocimiento que poseíamos antes de nacer en el mundo inteligible. Aprender es recordar. No hay conocimiento, sino reconocimiento. Lejos de entrar en este mundo con la mente como una pizarra en blanco que espera ser escrita por la experiencia, venimos con el apoyo de un panteón entero; venimos como microcosmos de todo un macrocosmos de conocimiento. Nuestras pequeñas memorias, «no son sino una parte de una gran Memoria que renueva el mundo y los pensamientos de los hombres era tras era, y […] nuestros pensamientos no son, como suponemos, lo profundo, sino un poco de espuma en lo profundo»
Para Yeats, la gran Memoria es muy parecida al Alma del Mundo. A la inversa, Jung describe a veces el inconsciente colectivo como una Gran Memoria en la que está almacenado el pasado de toda la humanidad. En ambos casos, se nos remite a la Memoria en sentido platónico, como fuente de anamnesis: la Imaginación Primera, en realidad, de la que nacemos y a la que regresamos. En el Menón, Platón celebra la imaginación secundaria como anamnesis, «un poder de trabajar en una barrera de oscuridad, recuperando las verdades que de algún modo sabemos, pero que hemos “olvidado” en nuestra vida de fantasías egoístas».
Patrick Harpur - El fuego secreto de los filósofos.
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