domingo, 22 de abril de 2018

Elucubraciones (XVII)


 Andrei Shishkin.

 La intrepidez es una fuerza extraordinaria del alma que eleva por encima de las turbaciones, desórdenes y emociones que el enfrentamiento de los grandes peligros podría producir en ella, y es la fuerza por la que los héroes se mantienen serenos y juiciosos ante los hechos más sorprendentes y terribles.  
  El amor a la gloria, el miedo a la deshonra, el propósito de hacer fortuna, el deseo de tener una vida más cómoda y agradable, y el afán de humillar a los demás, son a menudo las causas de esa valentía tan célebre entre la gente.
  La valentía perfecta y la cobardía total son dos extremos a los que se llega raramente. El espacio que hay entre las dos es amplio y abarca todos los matices del coraje. No hay en él menos diferencias de las que se dan entre los rostros y los caracteres. Hay personas que se exponen por su propia voluntad al comienzo de una acción, pero que se desalientan y se debilitan con facilidad si dura mucho tiempo; otras se dan por satisfechas cumpliendo con su honor ante el mundo y no van más allá de eso; unas no siempre son dueñas de sus nervios y otras se dejan arrastrar por temores generalizados. No faltan las que atacan a campo abierto porque no se atreven a quedarse en sus puestos, y las que, acostumbradas a peligros menores, se preparan para exponerse a mayores. Hay valientes con la espada que se asustan con los tiros de mosquete, y valientes ante el mosquete pero miedosos ante las espadas. Todos estos diversos tipos de coraje están de acuerdo en que, durante la noche, cuando aumenta el miedo y es posible ocultar las buenas y malas acciones, se tiene libertad para protegerse del enemigo. Y aún hay otra actitud más generalizada: como no se conoce a ninguna persona que lleve a cabo hasta sus extremos todo lo que es capaz de realizar ante el enemigo por no estar segura de salir con vida, debe concluirse que el miedo a la muerte disminuye de alguna manera la valentía.
"La valentía perfecta consiste en realizar sin testigos lo que seríamos capaces de hacer frente a todo el mundo."
François de La Rochefoucauld (1613-1680)

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