sábado, 30 de octubre de 2010

Reflexiones del Elfo oscuro (II)


Desde el castillo más magnifico al rincón más minúsculo, desde la arrogancia de la nobleza a los deseos modestos del campesino más humilde, existe una necesidad básica en la mayoría de nosotros de ser propietarios, o al menos administradores. Queremos —necesitamos— encontrar nuestro reino, nuestro puesto en un mundo a menudo demasiado desconcertante y abrumador, nuestro sentido del orden en un pequeño rincón de un orbe que suele parecernos demasiado grande y demasiado ingobernable. Y así pues marcamos y circundamos, ponemos cercas y candados, para a continuación proteger nuestro espacio con ferocidad armados con espadas u horcas.
Lo que esperamos es que ése sea el final del camino que elegimos recorrer, las recompensas de paz y seguridad a una vida de penalidades. Sin embargo, nunca es así, pues la paz no es un lugar, tanto si está bordeado de setos como de altos muros. El rey más poderoso con el mayor ejército en la fortaleza más invulnerable no es necesariamente un hombre de paz. Muy al contrario, pues lo irónico de todo ello es que la adquisición de tal riqueza material puede ir en contra de cualquier esperanza de auténtica serenidad. Pero, más allá de cualquier seguridad física, existe otra clase de malestar, a la que ni el rey ni el campesino pueden escapar; incluso ese gran rey, incluso el más sencillo de los mendigos se sentirá, en ocasiones, invadido por la cólera inexpresable que todos padecemos a veces. Y no me refiero a una rabia tan intensa que no puede expresarse con palabras sino más bien a una frustración tan escurridiza y penetrante que es imposible encontrar palabras para ella. Es el silencioso origen de arranques irracionales contra amigos y familiares, el causante del mal genio, y el modo de liberarse realmente de él no puede hallarse fuera de nuestra propia mente y espíritu.
Ahora llevo esa calma conmigo, tanto si mis amigos me acompañan como si no. El mío es un reino del corazón y el espíritu, defendido por la seguridad, la amistad sincera y el calor de los recuerdos. Es mejor que cualquier reino erigido sobre el suelo, más fuerte que la muralla de cualquier castillo. Y, lo que es más importante aún, puedo llevarlo siempre conmigo.
                                                                                                       
Drizzt Do'Urden
R. A Salvatore, - Sendas de Tinieblas /  ilustración   Todd Lockwood.

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