«¿Qué fuerza les queda a las costumbres en un pueblo que ha cambiado enteramente de aspecto y que sigue cambiando sin cesar, donde todos los actos despóticos tienen ya un precedente, donde todos los crímenes pueden apoyarse en un ejemplo, donde nada puede hallarse lo bastante viejo para que se tema destruirlo, ni concebir nada tan nuevo que no se pueda intentar?
¿Qué resistencia ofrecen costumbres que ya han sido tantas veces doblegadas?
¿Qué puede la misma opinión pública, cuando no existen veinte personas unidas por un lazo común; cuando no se encuentran ni un hombre, ni una familia, ni un cuerpo social, ni una clase, ni una asociación libre que pueda representar y hacer actuar a esa opinión?
¿Cuando cada ciudadano, siendo igualmente impotente, igualmente pobre y estando igualmente aislado, no puede oponer más que su debilidad individual a la fuerza organizada del gobierno?
Para concebir algo análogo a lo que sucedería entonces entre nosotros, sería preciso buscarlo fuera de nuestros anales. Quizá habría que interrogar a los monumentos de la Antigüedad y remontarse a esos horrendos siglos de la tiranía romana, cuando corrompidas las costumbres, borrados los recuerdos, destruidos los hábitos y vacilantes las opiniones, la libertad, expulsada de las leyes, no supo dónde refugiarse para hallar asilo; cuando no habiendo ya nada que garantizase a los ciudadanos, ni garantizando éstos ya a sí mismos, se vio a los hombres burlarse de la naturaleza humana y a los príncipes agotar la clemencia del cielo más que la paciencia de sus súbditos.»
«Es más fácil para el mundo aceptar una simple mentira que una verdad compleja.»
Alexis de Tocqueville (1805 - 1859 )
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