domingo, 30 de agosto de 2015

La Llave del Honor .


 Había una vez un joven que heredó tres tesoros de su padre —tres tesoros en tres cofres cerrados.
El primer cofre era grande y muy pesado. Estaba marcado como “TALENTOS” y estaba lleno de monedas de oro, platino y electrum; era una fortuna con la que podía comprar el mundo.
  El segundo cofre era aún más grande y pesado. Estaba marcado como “COMPASIÓN” y estaba lleno de incontables anillos mágicos. Cada anillo le permitía al portador sentir las emociones de una persona o criatura en el mundo.
  El tercer cofre era el más grande y pesado de los tres. Estaba marcado como “HONOR” y lo que contenía, ni siquiera el joven lo sabía.
Verás, el joven tenía dos llaves: una para el arcón marcado como “TALENTOS”, y la otra para el arcón marcado como “COMPASIÓN”. Pero su padre no le había dado la llave del arcón marcado como “HONOR”. Su padre le había dicho que se suponía que usase los talentos, y que la compasión era algo que debía estar siempre a mano —y disponible en abundancia— pero que el honor era algo que desperdiciaba muy fácilmente. Para tenerlo,, el joven debería encontrar su propia llave para abrir el arcón.
  El joven tomó entonces el grande y pesado cofre de los talentos y, cuidadosa y sabiamente, lo gastó. Por cada talento que gastó, recibió el título de propiedad de la parcela de un hombre. De esta manera, llegó a poseer el mundo.
  Entonces, el joven tomó el aún más grande y pesado cofre de la compasión. Uno a uno, se puso cada anillo, para así poder entender las esperanzas y miedos de todas las gentes y criaturas del mundo. Cuando hubo terminado, los amaba a todos, y así se convirtió en un gran soberano, un campeón de la justicia.
  En ese momento salió a recorrer el mundo, llevándose el último arcón con él y buscando la llave para abrirlo. Donde fuera que se hallase, ordenaba a su gente que le trajeran todas las llaves que tuvieran y que probaran cada una en la cerradura. Muchas personas se ofrecieron a romper el arcón por él, pero el joven se rehusaba, pues la violencia no podía ser la llave del honor. En diez años, cruzó todo el mundo, pero no pudo encontrar la llave del honor.
Y pensó: «Me la están escondiendo, pero he de encontrarla».
Salió a recorrer el mundo nuevamente, esta vez llevando consigo también el cofre de la compasión. Cuando su gente le trajo más llaves, encontró un anillo por cada persona y se lo deslizó en su dedo, buscando en sus corazones para ver si le escondían alguna llave especial. Muchos se ofrecieron nuevamente a abrir el arcón a la fuerza, pero el ya maduro hombre se rehusó. En veinte años, había cruzado el mundo entero dos veces, pero aún no había encontrado la llave del honor.
Y pensó: «Poseo el mundo y los corazones de todos quienes moran en él, ¿y aún así no puedo encontrar la llave del honor? ¿Cómo puede un hombre sin honor gobernar el mundo y todos sus corazones?
    Entonces salió a recorrer el mundo nuevamente, esta vez llevándose consigo el cofre de los talentos también, lleno de escrituras. Llamó a su gente, uno por uno, y cada uno le dio la escritura de una parcela de tierra y el anillo que correspondía a cada uno de sus corazones. Y les dijo:
    —No he encontrado la llave del honor, y no puedo gobernar el mundo o el corazón de las personas que lo habitan si no tengo honor.
    Muchos se ofrecieron nuevamente a abrir el arcón a la fuerza, pero el viejo se rehusó. En cuarenta años, había viajado a lo largo y ancho del mundo tres veces, y ahora era un hombre muy, muy viejo. Ahora, sólo le quedaban tres cofres, dos de los cuales estaban vacíos y el otro, que no podía abrirse.
    Y pensó: «Una vez el mundo fue mío, y todas las criaturas en él. Ahora, mis talentos se han marchado y he agotado toda mi compasión, y no tengo nada para entregarle a mi hijo, a excepción de este arcón que no puedo abrir».
    Pero cuando su mano tocó el arcón, este se abrió. Entonces vio que contenía dos cofres cerrados, uno que estaba marcado como “TALENTOS” y el otro, “COMPASIÓN”, además de una llave para cada cofre.
    Y pensó: «Ahora lo entiendo. El honor no es algo para gastarse o usarse, sino algo para mantenerse. La llave del honor es mantenerlo, siempre, y pasárselo como herencia a nuestros hijos. ¡Cuán feliz estoy de nunca haberme cansado de la carga, y no haberlo abierto a la fuerza!
    Cuidadosamente, tomó el grande y pesado cofre marcado como “TALENTOS” y el aún más grande y pesado cofre marcado como “COMPASIÓN”, de manera que el más grande cofre de todos, el “HONOR” estaba vacío y terriblemente liviano. Pero cuando cerró la tapa y este se selló nuevamente, el cofre volvió a ser el más pesado de los tres.
    Entonces, llamó a su hijo y le dijo: «Hijo, soy muy viejo, y quiero que poseas estos tres tesoros…»

 J. Robert King - Vinas Solamnus .

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