Veloz transcurre el juego de la espada, que hace retroceder al enemigo
hasta la playa, donde la contienda habla a gritos con voces de metal,
entre el estrépito de los broncíneos espolones de las hendientes hachas,
humeantes de sangre, donde los reyes del mar cantan la asamblea de las lanzas.
Veloz transcurre el juego de la espada, como la tempestad en su violencia:
sangriento relumbrón es el escudo, resplandeciente luna de rojez;
los vientos de las sibilantes flechas, los perversos fulgores de las lanzas
golpearán a quienes abandonaron, ha poco, el tibio lecho de la amante.
Veloz transcurre el juego de la espada, ensangrentando las armas que giran,
mientras quebrantan escudos y yelmos y se levantan los gritos de guerra,
y las quejumbrosas y airadas hojas despiden chispas y hienden los aires,
mientras los lobos aúllan, hambrientos y al festín se dirigen los halcones
Veloz transcurre el juego de la espada, y siempre hay alguno que lo pierde,
pues sólo las Nornas sin error saben quiénes son los que jugarán mejor:
Mas, sin saber nada del vencedor del engañoso juego de las armas,
igual de amarga será la batalla que al enemigo daremos en Alfheim.
The Broken Sword, Poul Anderson, 1954.
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