lunes, 18 de diciembre de 2017

Balada de la tierra de los cantii.


El salón estaba en silencio y los guerreros permanecían inmóviles, sin tocar los cuernos de aguamiel que reposaban junto a sus manos.
Pasé los dedos por las cuerdas, tocando un complicado preludio sin pensar. Había multitud de lamentos, más que canciones de guerra. Lamentos por los caídos a manos de los sajones, hombres como aquellos que me acompañaban. Canté un lamento muy famoso, una composición lenta y orgullosa que se creó cuando la provincia del sureste de Britania fue arrollada por los sajones, una antigua canción que llamaba a la provincia con un nombre todavía más antiguo, la tierra de la tribu de los cantii.


Aunque derribaron a las huestes sajonas
junto a los blancos acantilados,
e hicieron llorar a las mujeres,
la gloria no pudo completarse.
La hueste cabalga hada el Yffern, derrotada,
y en sus campos las águilas festejan.
Amarga fue la cosecha que recogieron.
Lucharon contra los sajones,
lucharon y cayeron.
Recolectaremos cadáveres,
nuestras lágrimas abrirán pozos,
y las huestes de los cantii jamás regresarán…

 Toqué las cuerdas con cuidado, extrayendo la melodía tan suavemente como si fuera una telaraña de cristal.
Cuando terminé, el salón estaba en silencio, pero era otro tipo de silencio.

Gillian Bradshaw - el halcon de mayo.




martes, 12 de diciembre de 2017

Thorir Hund.


Thorir Hund Toresson (Tore Hund, apodado el Perro) (ca. 990 - ?)
Tore Hund era hijo del hersir Tore de Bjarkøy; nació en los inicios de la introducción del Cristianismo en Noruega. Tore era considerado un caudillo muy independiente y devoto pagano, para él y muchos caudillos granjeros la cristianización no era solo un concepto de fe sino una fuerza política de opresión hacia los tradicionales líderes locales, una imposición de un rey del sur.
Tore tenía una fuerte influencia en el área de Hålogaland, su hogar se situaba en la isla de Bjarkøy en Troms. Tore pertenecía a la jerarquía más influyente de los caudillos noruegos de la costa, miembro de los Bjarkøyætta, una de las familias más poderosas en el norte noruego durante la era vikinga. Se puede considerar a Tore como un vikingo de cepa, dirigió diversas expediciones hacia oriente y el mar Blanco. Hacia 1206 marchó a Bjarmaland (actualmente Arkhangelsk en el norte de Rusia), donde llegó a ser un próspero comerciante.
La familia de Tore Hund acostumbraba a cerrar alianzas con otros poderosos caudillos noruegos. Su hermana Sigrid Toresdatter estuvo casada con Ølve Grjotgardsson de Egge. Su hermano, Sigurd Toresson también fue un importante caudillo en Trondenes y se casó con Sigrid Skjalgsdatter, una hermana del monarca rugio, Erling Skjalgsson de Sola, reino de Rogaland. Tore Hund a su vez se casó con una mujer llamada Ranveig, de cuyo linaje se sabe muy poco pero con quien tuvo un hijo, Sigurd Toresson. Sigurd sirvió más tarde como sheriff durante el reinado de Harald Hardrade.​
Política
Tore se opuso firmemente a las tentativas del rey a la unificación y cristianización de Noruega, de hecho tuvo rencillas personales con la corona tras la muerte de su sobrino Asbjørn Selsbane por uno de los hombres del rey y tenía un fuerte sentimiento de venganza por dicha muerte.
Cuando Erling Skjalgsson fue asesinado en 1028, Tore asumió el liderazgo de la facción de caudillos tradicionalistas junto a Einar Tambarskjelve y Kalv Arnesson, hermano de Finn Arnesson. En 1026, se unió a las fuerzas de Canuto el Grande cuando derrocaron a Olaf y fue elegido representante del rey danés Canuto en Noruega junto a Hårek av Tjøtta.
Según Heimskringla, Olaf llegó en el verano de 1030, y Tore estuvo entre los que no aceptaron su reinado. Tore y su ejército lideraron la ofensiva contra el ejército real en la batalla de Stiklestad. Stiklestad era una granja en la franja baja del valle de Verdal a 80 km al norte de Trondheim. La saga menciona a Tore como uno de los que hirieron mortalmente al rey Olaf, junto con Kalv Arnesson y Torstein Knarresmed de Rovde, Sunnmøre.
Tras la batalla, nuevas tramas políticas se tejieron contra Tore. El rey Magnus I de Noruega, respaldado por algunos de los antiguos aliados de Tore, incrementó su poder y Tore fue despechado, perseguido y finalmente considerado una figura marginal del antiguo caudillaje.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Fylgja.


Ilustración: Cliff Nielsen
Las fylgiur (el singular es fylgia) son lo más cerca que llegaron los escandinavos del concepto de un «alma» distinta del cuerpo, creencia muy tenue y reciente, que seguramente nunca existió en Inglaterra o el continente y que puede deberse en parte a influencia romana, aunque no es nada desdeñable la posible aportación de las ideas chamánicas de saami y fineses, bien conocidas por los escandinavos: parece que en vida, y sólo entonces, una parte de la persona podía abandonar el cuerpo y aparecer en otro sitio. El caso es que la fylgia de una persona puede aparecerse, normalmente en figura de mujer pero también de animal, y esta aparición suele anunciar una muerte inminente. Claro que no todo el mundo es capaz de ver a una fylgia: se trata de una capacidad limitada a ciertas personas, aunque sin la especialización de los médiums de hoy día. Como la fylgia de una persona puede pasar a algún pariente, lo mejor es considerarla no tanto «alma» individual sino espíritu familiar, aunque si una de las etimologías propuestas para este nombre fuera correcta, el elemento individual parecería claramente prioritario.
La etimología nos ofrece dos posibilidades que lingüísticamente son igual de válidas: a partir de un verbo «acompañar», lo que caracterizaría a este espíritu como «acompañante», idea bastante adecuada porque cada persona está determinada por su propia fylgia a lo largo de toda su vida. La alternativa es un término, fylgia precisamente, que significa «placenta» y cuya importancia folclórica y también religiosa es tal que no hace falta ni siquiera comentarla: raro es el pueblo que carece de ritos, ceremonias o supersticiones sobre esta extraña sustancia que acompaña a todo nacimiento y cuya función, como es lógico, resultaba completamente desconocida hasta hace un instante en la historia de la humanidad. De ahí la posibilidad de considerarla como algo especial, relacionado con lo sobrenatural, y, puesto que está ahí cada vez que nace una criatura, es de esperar que la acompañe toda su vida, sea parte de ella y, de alguna forma, «defina su esencia». Y todo eso, en efecto, es lo que se atribuía a la fylgia.
Los otros espíritus tutelares, a la vez familiares e individuales, reciben en Escandinavia el nombre de hamingiur (singular hamingia). No es fácil diferenciarlas de las fylgiur, pero la hamingia está, diríamos, más «especializada», y viene a ser como la buena o mala suerte que acompaña a una persona y, por todo lo que ya sabemos, también a una familia. La palabra significa simplemente «fortuna», aunque existe otra hamingia bastante distinta en su origen, si bien en la Escandinavia medieval debió de haber ya cierta confusión al respecto. Esta segunda hamingia procedería de una forma más antigua,ham-gengia, y significaba «que cambia de forma» o «que va por ahí en la forma o apariencia que le conviene». Es una creencia y tradición de carácter muy antiguo que aparece constantemente en los textos medievales. 
Enrique Bernárdez.
Los mitos germánicos



viernes, 8 de diciembre de 2017

La contienda es la justicia.

Ilustración: Alan Lee

Heráclito escribió: «La contienda es la justicia», lo cual creo que significa que toda vida y toda creación, si han de persistir, deben avanzar sin detenerse hacia el cambio, es decir, que en cierto sentido, el futuro siempre estará en guerra con el presente y con el pasado. Por otra parte, algo del pasado ha de conservarse y perdurar de algún modo aun en el cambio. De otro modo, la existencia sería una serie de sucesos discontinuos que no guardan relación entre sí y a los que no cabria percibir ni comprender. Existe, por lo tanto, una necesaria tensión entre dos fuerzas, una adhesión a la permanencia y un impulso hacia lo desconocido, el reposo y el movimiento, la paz y la guerra. La naturaleza de los minerales consiste en resistirse al movimiento y en negar el crecimiento. Los vegetales que echan raíces en el mismo lugar son capaces de una variedad de transformaciones; los animales no sólo modifican y renuevan sus estructuras sino que se desplazan con entera libertad por el mar, el aire y la tierra. Pero de todos los seres, el hombre es el que parece tener más aptitudes para elaborar e inventar. Es el único que puede crean y que puede elegir, dentro de ciertos límites, caminos nuevos e inexplorados. No obstante, también el hombre ha de poseer algunas de las cualidades de la piedra para asegurarse su continuidad. El recuerdo lo enlaza con el pasado, la tradición es base necesaria de la innovación. Y siendo más consciente que una piedra, un vegetal o un animal, siendo más sensible al placer y al dolor, experimenta con particular severidad la tensión de las dos fuerzas de cuya oposición depende su existencia. Encontrará tanto deleite como desasosiego en la innovación, y en el letargo hallará tanto la paz como el descontento. La creación implica ruptura; persistir ha de ser equivalente a reprimir. Esta verdad la encontramos expresada hasta en nuestra mitología, por ejemplo en la historia de Prometeo, que Esquilo, ya anciano, trató de modo eminentemente filosófico. Pues Prometeo representa la creación, la libertad, la transformación; eleva a los hombres desde el estado mineral y vegetal a la condición humana y divina; de resultas de ello, entra en conflicto con un dios que domina lo que es y se opone con toda su crueldad a lo que ha de venir. ¿Quién es justo? ¿Prometeo o Zeus? Como Esquilo reconoce con mucha sabiduría, tanto Prometeo como Zeus son necesarios, y en su tragedia procura una reconciliación entre ellos. Pero el que ambos sean necesarios no quiere decir que ambos sean buenos por igual. Cualquier hombre esclarecido simpatizará con Prometeo, su liberador, antes que con Zeus, su opresor; e incluso la historia mitológica insiste en el valor superior, si bien no es siempre el poder superior, de la innovación sobre la estabilidad forzada. Pues el propio Zeus no sólo conquistó su poder supremo por medio de la violencia y del cambio, sino que tiene la certeza de que lo perderá a menos que pueda adaptarse a un movimiento continuo.
Hallamos, pues, en la naturaleza y en todos los asuntos humanos una base de necesaria contradicción, pero de ello no hemos de concluir que cada opuesto tenga un valor igual. Lo que es capaz de movimiento y creación ha de juzgarse superior a lo que no es capaz de ello. Pero lo que no es estará siempre en oposición con lo que es.
 Rex Warner - Pericles, el Ateniense.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

The Art of Paul Bonner.



Paul Bonner es uno de los mejores ilustradores de fantasía. Este libro es una colección de más de 150 pinturas que ha creado para muchos clientes de renombre,como Games Workshop, Mutant Chronicles, Fasa, Riot Minds y Rackham .
 Los detalles en el diseño de personajes, vestuario y fondo hacen que todo parezca tan creíble. Al mirar sus pinturas, encontrarás tantas complejidades hermosas, no solo en términos de los detalles, anatomía y expresión de una figura, sino también cómo la luz juega con el entorno, cómo las sombras envuelven el bosque y se refleja en la oscuridad de una charca.
 Las expresiones y la anatomía no son simplemente exageradas, se amplifican, se les da una presencia dentro de la imagen que llama la atención del espectador. Puedes creer que los enanos, trolls y bestias son reales porque parecen como si hubieran vivido. Las líneas en sus rostros sugieren experiencia. Aparecen como individuos multidimensionales con peculiaridades y personalidades distintas. 


miércoles, 29 de noviembre de 2017

Dissonance.


Dissonance es un extraordinario corto dirigido por el realizador y artista digital alemán Till Nowak.

¿Quién posee la realidad? ¿Quién define dónde comienza la fantasía?
Un músico vive una vida solitaria en un mundo surrealista y flotante. Toca el piano todos los días en una gigantesca sala de conciertos, pero nadie le escucha. Un día su mundo animado se derrumba y la realidad estalla. Echa de menos a su hija y quiere visitarla, pero su madre no lo permite.
La película se transforma sin fisuras de una animación a un drama de acción en vivo, reflejando el viaje desde la mente psicótica de un músico callejero hacia el mundo real.
Él sólo tiene un deseo: tocar para su hija, a la que ya no le está permitido visitar.



domingo, 26 de noviembre de 2017

La tempestad del Segador.


La mentira se alza sola, el solitario engaño con la espalda vuelta, da igual la dirección de tu reticente acercamiento, y con cada paso tu objetivo sigue adelante, tu zancada se pierde el sendero se pliega sobre sí mismo, una y otra vez caminas y lo que se alzaba solo ante ti, errante como una desgracia, un pronunciamiento accidental, ahora revela su legión de hijos, esta masa que hierve en hebras y nudos y, rodeado, no puedes coger aliento, no puedes moverte.
El mundo es tu obra, y un día, amigo mío, te alzarás solo entre un mar de muertos, la adquisición de tus palabras todas sobre ti y el viento te abrirá con una carcajada un nuevo sendero, que llevará al tormento interminable; el solitario engaño es su soledad, la mentira es la mentira que se alza sola, las hebras y los nudos de la multitud se tensan en recto juicio con el que tú, otrora, con tanta libertad estrangulaste a cada cual que decía la verdad, cada voz disidente.
Así que ahora alivia tu sed en mi compasión y vete al otro mundo muerto de sed en el yermo.
El emperador Dorado.

Fui en busca de la muerte en las hundidas ruinas de la nave del templo de alguien. Fui en busca entre flores, asintiendo a las palabras del viento, de afligidos relatos de guerra. Fui entre los canales de sangre,tras las tiendas de las mujeres, todos los niños que nunca fueron.
Y en la tormenta de hielo y olas, fui en busca de los ahogados entre conchas espinosas y romos gusanos, donde los granos se arremolinaban, todos y cada uno clamando su nombre, su vida, su pérdida. Fui a los actuales caminos que me llevaron a ningún lugar conocido.
Y en las quietas brumas, muy lejos, donde la luz misma se arrastraba incierta, fui en busca de sabios espíritus, gimiendo sus verdades en oscura marga. Pero el musgo guardaba silencio, demasiado húmedo para recordar mi búsqueda, encontrando al fin donde los segadores siembran, cortando tallos para llevarse la estación. Fracasé en mi orgullosa búsqueda. Ante una segadora hoja de pedernal.
Y postrado, perdido para el verano, desnudo como su cálido caparazón de juvenil promesa, fui enviado lejos, al cielo del relicario del otoño, hasta que los huesos de la noche eran clavos resplandeciendo bajo el frío olvido, y oscuridad abajo, la muerte vino a encontrarme.
Antes de Q’uson Tapi
Toc Anaster.
Steven Erikson - La tempestad del Segador

viernes, 17 de noviembre de 2017

The Sci-Fi & Fantasy art of Patrick J. Jones.


Patrick J Jones es el autor de dos libros de técnica de arte más vendidos: "'Sci-fi & Fantasy Oil Painting Techniques' y "The Anatomy of Style" donde detalla sus métodos de dibujo. Su tercer libro, "The Sci-Fi & Fantasy Art of Patrick J. Jones" contiene 150 pinturas increíblemente realistas, tanto digitales como tradicionales, inspirado por artistas como Boris Vallejo, Frank Frazetta o José Segrelles. Su control de la pintura y los pinceles es realmente sorprendente, usando técnicas y herramientas de pastel, lápiz y carbón, nos traslada a una combinación única de exquisito sentido del color, desde la ciencia ficción a la mitología clásica, su comprensión de la anatomía, el diseño, la composición y la iluminación es excelente, pero principalmente su arte es mágico. 


viernes, 3 de noviembre de 2017

simbologia de la espada vikinga.



La espada era el símbolo de la condición de hombre libre, el arma mágica por antonomasia. Los cantos de los bardos y las epopeyas de las sagas han tejido toda una fabulosa guirnalda alrededor de este precioso y personalísimo instrumento de lucha. Siete veces alaba la Edda de Sigurd la espada Gram que brillaba como fuego y era tan afilada que cortaba un copo de lana arrastrado por la corriente del río. Egil Skallagrimsson alaba en su Dragrawantil, un mito sueco, la espada Tyrfing, forjada por enanos y que la doncella Herwör arrebató, después de muchas peripecias, de las manos del héroe, apartándola de los campos de la guerra y la rapiña eternas.
Los vikingos profesaban un verdadero culto a sus espadas; les conferían nombres pomposos, altisonantes y esclarecidos, amaban el centelleante acero con fervor religioso e hinchaban su sangrienta poesía de las espadas con alusiones eróticas capaces de hacer creer que los poseedores de las espadas no se separaban nunca de sus armas e incluso se acostaban con ellas.
La ciencia no sólo dispone de impresiones poéticas, sino de abundante material. Sólo en tierra noruega se han encontrado más de dos mil espadas nórdicas. Tal abundancia ha permitido a los arqueólogos establecer una clasificación de tipos de espadas con más de veinte grupos distintos. Pero todas tienen una característica común: la hoja recta, terminada en pico y casi siempre de dos filos y en cuyo centro hay excavado un canal liso o ranura.
Las mejores hojas procedían de la Renania franca (sobre todo en el «triángulo de hierro» entre Colonia, Solingen y Siegen) dónde en aquellos tiempos trabajaban los mejores forjadores de armas de toda Europa. Los fabricantes de espadas renanos producían un acero de primera calidad y dominaban también el arte del damasquinado. Las hojas de acero las producían (según la descripción técnica de James Mann) «mediante la fusión de diversos metales colocados en delgadas capas, unos encima de otros y luego martilleados hasta que se producía un conjunto uniforme».
Con las espadas procedentes de estas fábricas, hojas hermosas y deslumbrantes, no podían competir los talleres nórdicos de aquel tiempo. Además fabricaban los adornos y los aditamentos necesarios. La especialidad era el grifo decorado según la riqueza y posición del comprador, esto es, cincelado, plateado, dorado y con incrustaciones, Por eso la espada ideal de un gran hombre vikingo se componía de una hoja franca y de un grifo nórdico. La vaina era de madera reforzada con cuero y se colgaba al cuerpo con correas y hebillas. De un cinto de cuero colgaba también el puñal de hierro de un solo filo que el vikingo llevaba siempre consigo y que para el guerrero era la ultima ratio en la lucha cuerpo a cuerpo.
Rudolf Pörtner,  Die Wikinger-Saga.

sábado, 28 de octubre de 2017

El muro de las tormentas.



La historia es la larga sombra que el pasado proyecta sobre el futuro. Las sombras, por naturaleza, carecen de detalles."

«Dices ser el dios de la guerra, pero la guerra no es solo la música de la espada de acero al batir contra el escudo de madera, o el coro de flechas precipitándose sobre las armaduras de cuero. La guerra es también el arte de luchar teniendo todo en contra.Te has acostumbrado a lograr sin apenas esfuerzo la victoria contra simples mortales, aunque se les considere héroes. Pero la guerra no son solo victorias, también consiste en combatir y perder, perder para volver a combatir. Un dios de la guerra es también el dios de quienes están atrapados en la rueda de la lucha perpetua, que combaten a pesar de conocer su derrota segura, que se mantienen junto a sus compañeros frente a las lanzas, las catapultas y el metal reluciente, que, armados solo de su orgullo, se afanan y prueban, perseveran y se esfuerzan, sabiendo todo el tiempo que no pueden vencer.
No solo eres el dios de los fuertes; también eres el dios de los débiles. El valor se demuestra mucho más cuando parece que todo está perdido, cuando la desesperanza se presenta como la única opción racional.
El verdadero valor consiste en seguir esforzándose por ver cuando a tu alrededor todo es oscuridad».


 “El conocimiento es un vehículo que avanza mediante errores y callejones sin salida. Forma parte de la naturaleza de la historia que los surcos dejados por sucesos anteriores persistan a lo largo de los siglos."

Ken Liu: El muro de las tormentas.

domingo, 15 de octubre de 2017

Belerofonte.



El triste final de Belerofonte está ya evocado en la Ilíada, por boca de su descendiente Glauco, en el canto VI, versos. 152-205. Nieto de Sísifo, el hijo de Eolo, Belerofonte —al que el texto califica de “irreprochable”, pues tanta “valentía y belleza le dieron los dioses”— es uno de los famosos héroes antiguos vencedor de famosos monstruos (como la Quimera) y provisto de auxiliares mágicos (como su caballo alado Pegaso). Pero un héroe que, tal vez por su excesiva arrogancia, la funesta hybris, incurrió en la ira de los dioses y tuvo un final ejemplarmente amargo y sombrío.
Demos un breve resumen de su heroica trayectoria. Por lo que sabemos, abandonó su patria Efira (Corinto), tal vez por haber cometido algún delito de sangre, y se refugió en la corte del rey de Tirinto, Preto. Este lo acogió amistosamente, pero su esposa, Antea o Estenebea (el nombre varía según autores) se enamoró del bello huésped e intentó seducirlo. Al ser rechazada por él, lo calumnió ante su marido, afirmando que la había acosado. Preto creyó sus palabras, pero no se atrevió a dañar a su huésped, así que lo envió, con una misiva en que ordenaba matar al portador, a la corte de su suegro Yóbates, rey de Licia. Tampoco este quiso cumplir por su propia mano el encargo, y envió a Belerofonte a realizar una serie de hazañas mortíferas.
La primera, acabar con la Quimera, el monstruo feroz de cuerpo de cabra, cabeza de león y cola de serpiente, que vomitaba fuego. Belerofonte emprendió la aventura montado en su caballo Pegaso, blanco y alado, un prodigioso animal surgido del gaznate de la gorgona Medusa, cuando fue decapitada por Perseo. (La doma del famoso Pegaso la relata el poeta Píndaro, al que citaré luego). Desde su caballo con alas, el héroe asaetó al monstruo. Superó luego las otras dos pruebas impuestas por Yóbates: derrotó a los sólimos, guerreros temibles, y también a las amazonas, no menos belicosas. Y superó también la emboscada que el rey le había preparado, dando muerte a sus mejores guerreros.
Abrumado por las victorias de Belerofonte, Yóbates desistió de su venganza y, para consolidar su amistad, le ofreció a su hija como esposa y lo designó heredero de su trono. Y con el fin de disculpar sus anteriores trampas, le mostró la carta enviada por Preto. Así que entonces Belerofonte regresó a Tirinto para vengarse de la pérfida Antea. Le propuso que se fugara con él, y que emprendieran raudos el viaje montando en su alado Pegaso. Pero luego, ya en pleno vuelo, la arrojó desde lo alto al mar.
Después de tantas hazañas y triunfos, Belerofonte se propuso una extremada aventura. Quiso, en un acto de suma arrogancia, llegar hasta el cielo montado sobre Pegaso para irrumpir en el mundo de los dioses. Pero el insolente intento provocó el furor de los olímpicos, de modo que Zeus decidió derribar al héroe de su montura. Y Pegaso descabalgó a Belerofonte, que cayó y se estrelló contra la tierra. Según una versión, ahí murió. Según otra, la que evoca Homero, el batacazo no lo mató, pero maltrecho y casi loco, fue condenado a vagar sin rumbo y solitario por la llanura desértica de Aleya.
Recordemos los versos en que Píndaro celebra las victorias de Belerofonte, que domó a Pegaso con bridas de oro y lo montó en sus magníficas proezas.

El poder de los dioses hace que se culmine ligera
una empresa que sobrepasa el juramento y la esperanza.
Así fue como el valeroso Belerofonte,
enardecido, tensando alrededor de la quijada
el dominante freno, sujetó
al caballo alado. Nada más montar,
con su armadura de bronce, lo cabalgaba con pasos de guerra.
Con él disparó contra las Amazonas
desde el helado seno del yermo éter
y dio muerte a ese ejército de mujeres arqueras,
y también a Quimera, que exhalaba fuego, y a los Sólimos. 
Yo mantendré en silencio su destino funesto.
Pero al caballo lo acogen los antiguos pesebres de Zeus.

En otro poema (Ístmica VI, 39 y siguientes), Píndaro evoca a Belerofonte como ejemplo de quien anhela lo que está más allá de lo accesible a los humanos:

Que la envidia de los dioses no me alcance,
pues en paz persigo la cotidiana dicha,
rumbo a la vejez y al destino que a mi vida
aguarda, pues morimos todos por igual,
aunque la fortuna sea distinta. Cuando uno apunta a lo lejano,
menguado es para alcanzar la sede de los dioses,
de broncíneo suelo. Por eso el alado Pegaso derribó
a su amo Belerofonte cuando pretendía llegar
a los cimientos del cielo a reunirse en asamblea
con Zeus. Al anhelo contrario a la justicia
le aguarda el más amargo final.

Mientras que el alado Pegaso sigue trotando y volando por los cielos del Olimpo —pues recordemos que era de estirpe divina, nacido de la sangre de la Gorgona—, a Belerofonte, tras su espléndida y triunfal carrera heroica, le perdió su excesiva soberbia. Creyó poder elevarse hasta los dioses cabalgando su mágico corcel a través de los aires hacia el alto Olimpo, y acabó estrellado miserablemente. Píndaro silencia en un poema su triste final, diplomáticamente —ya que era un epinicio en honor de los héroes de Corinto—, pero en el otro, cuando elogia la cordura como ideal de vida, lo que los griegos llamaban sophrosyne, recuerda cómo a tan gran héroe su extremada arrogancia, su hybris, le perdió.
Eurípides escribió dos tragedias sobre este héroe: Belerofonte y Estenebea. Conservamos tan solo algunos fragmentos de ambas. Y son especialmente interesantes los de la primera, que al parecer concluía con el amargo lamento del héroe, fracasado, solitario y enloquecido. En el curioso texto del Pseudoaristóteles sobre la melancolía (Problemas, XXX) figura Belerofonte como ejemplo de gran héroe melancólico, al lado de Ayante y de Heracles.

Carlos García Gual - La muerte de los héroes

domingo, 8 de octubre de 2017

Los elementos fundamentales del código moral nórdico.

Donato Giancola  "Eric Bright-Eyes in Battle"

  Los autores de las sagas han aunado de modo inseparable los temas de la muerte y de los muertos. Son variaciones éticas que muestran cómo los vikingos desde su juventud se sentían sometidos a la ley del desprecio a la vida y a la de la familiaridad con los muertos.
 «Creo en mi fuerza, y en nada más» La idea de «fuerza» está en lo más alto de la escala de sus valores. Sin embargo, sería demasiado simple considerarlos unos inconsiderados y ruidosos adoradores de la fuerza. En su entrega a los impulsos ciegos del cuerpo y del alma había un rasgo mítico. Los vikingos amaban la lava del sentimiento volcánico y vivían en elemental comunidad con sus impulsos. La debilidad se les aparecía como vergüenza y fracaso, más aún: como un crimen. Conseguir la fuerza, poseerla y mostrarla era para ellos su exclusiva misión en la vida.
   Nunca se ha formulado con una dureza más insólita el nulo aprecio en que se tiene la vida humana. Ni siquiera los panegiristas de la vida nórdica han conseguido hacer comprensible este rasgo presentándolo como elemento fundamental de una primitiva ética guerrera. Los científicos actuales evitan interpretar semejantes historias y caracterizan el «hábito psíquico de los vikingos» como parte de un mundo en el cual aún no se había descubierto el concepto de la moral y en que la vida humana estaba sometida a la brutalidad de las leyes de la naturaleza.
  Cierto que estaba permitido matar a un hombre, pero el código de honor vikingo exigía que para hacerlo, al menos entre iguales, se respetasen ciertas reglas, y las dos partes arriesgasen la cabeza y el cuello. Matar por la espalda o amparado en la oscuridad se consideraba despreciable y se juzgaba en consecuencia; en los casos graves incluso se penaba con el destierro. El robo también había que hacerlo a cara descubierta: el botín era algo completamente distinto de un hurto vulgar y despreciable.
  No obstante, la moral vikinga exigía no sólo estar dispuesto para morir en cualquier momento durante el combate, sino también la capacidad máxima de dominio de sí mismo. En el catálogo de los ideales vikingos ocupa un lugar preponderante, junto al desprecio perpetuo a la muerte, una indiferencia estoica. Este espantoso código de costumbres exigía, incluso de un condenado a muerte, que estuviese sereno y despreocupado hasta el último momento; según una nota marginal de Adam de Bremen, el condenado iba «al lugar de la ejecución tan contento como a una fiesta».
  El culto al dominio de la voluntad, que Lessing comparó con una «llama clara y devoradora», ha encontrado igualmente en las sagas «una glorificación espontánea y áspera». El reproche de que uno ha llorado o «ha tenido un temblor de llanto en la garganta» resulta intolerable. Hay que burlarse de las quejas de los heridos, y las sagas describen con vivos colores como a los valientes no se les nota si el hierro de una lanza se les ha clavado bajo la rodilla o la punta de la flecha en la garganta. Cuando el auténtico guerrero recibe el golpe no debe apartar la cabeza, y si la espada le rompe la frente no debe pestañear. Y no se trata de figuras poéticas, sino de convicción popular recogida en las sagas históricas como se recogían las hazañas de los héroes.
  De la desenfrenada admiración por la fuerza surgía un código moral que obligaba severamente a los vikingos, desde muy jóvenes, a adquirir cualidades tales como ánimo, valentía, intrepidez, audacia, voluntad de autoafirmación, iniciativa y fortaleza espiritual.
  Para los vikingos, más importante que el cálculo, leer y escribir era el favor del destino, lo cual constituía para ellos la suerte y que no podían representarse de otra manera que como un don del cielo. Las sagas y las canciones de los bardos lo llaman lo «sagrado» y con ello quieren significar como una herencia metafísica que los dioses otorgan a sus favoritos desde la misma cuna. Porque lo sagrado significa lo mismo que éxito, y el éxito creaba el prestigio, la fama y el honor, valores éstos colocados incluso por encima de la vida.
  El vikingo, tal como exigía el código moral nórdico, colocaba su honor por delante de todo, y siempre lo consideraba el elemento primordial de su vida que debía conservar y defender. No resulta nada fácil definir el concepto que del honor tenían los vikingos.
  Según la concepción de los vikingos, el honor no era tanto una cosa de apreciación íntima como de respeto por parte del prójimo, una muestra del prestigio público y una reputación no puesta en tela de juicio por nadie, que se imponía mantener a toda costa. Expresado negativamente, el honor era el resultado de la permanente exigencia de «no dejarse rebajar por nada» y salir al encuentro de las ofensas más insignificantes poniendo en juego toda la persona. Si el vikingo no se comportaba así, su vida quedaba marcada con una mancha visible y la ofensa sufrida iba obrando en él como una llaga incurable que lo sometía a un inexorable proceso de descomposición.
  Decimos que las ofensas más insignificantes, incluso las involuntarias, se equiparaban con las ofensas más graves. No había necesidad de derramar sangre: una bofetada, una palabra dura, incluso una risa burlona bastaban para poner en marcha el mecanismo del desquite, siempre pronto en el vikingo.
  Todas las historias sobre este tema coinciden en mostrar que una ofensa sólo puede borrarse mediante una represalia total y que «a lo imprescindible del honor corresponde el deber inexcusable de la venganza». La venganza era un deber de la estirpe.
  El que no se sometía a este deber era objeto del desprecio general. Se le consideraba un hombre de categoría inferior, indigno de vivir en la comunidad de los hombres libres. El hombre que vacilaba en hacer expiar cualquier ofensa que le hubiesen inferido se granjeaba la cólera de su familia y a menudo la estirpe lo empujaba a vengarse. En este aspecto, las mujeres era tan duras como los hombres, incluso las madres.
  Sin venganza no hay honor, sin honor no hay vida. La venganza no era sólo un hacer expiar una injusticia sufrida, sino una forma extremada de autoafirmación espiritual y moral, una manifestación contundente de la propia existencia. El cumplimiento de la venganza, que la mayoría de las veces se ejecutaba con la misma sangre fría que un complicadísimo negocio, venía a considerarse como una especie de nuevo nacimiento, como el comienzo de una nueva vida.
  La consecuencia inmediata del culto vikingo al honor y a la venganza era la multiplicidad de disputas que se reñían constantemente y por todas partes. Se ha comprobado que sólo en las sagas islandesas se habla de más de quinientos combates de familias y de estirpes, narrándose con todo detalle las fórmulas conforme a las cuales se ejercían las represalias y se celebraba el éxito de las mismas.
  El mandamiento de la venganza seguía en pie aunque al ofendido se le ofrecieran satisfacciones de toda índole. En este aspecto los vikingos practicaban «la virtud de la paciencia». Una venganza era tanto más apreciada cuanto más racionalmente y a largo plazo estaba concebida, libre de la excitación del primer momento. Si bien la represalia espontánea también se aceptaba, no se le concedía el mismo valor que a una represalia organizada con todo detalle.
 Además, cuanto más fue afirmándose en Islandia o en la muy poblada Jutlandia la sociedad campesina nórdica, tanto más resultó imperiosa la necesidad de resolver jurídicamente el problema de la venganza sangrienta y la posibilidad de borrar las ofensas no sólo mediante la sangre, sino por otras compensaciones. En tales casos, el honor de los ofendidos se restauraba mediante entregas materiales cuya cuantía fijaba el Thing.
  Pero esta forma de arreglo pacífico no parece que se hiciera muy popular. «Vender al hermano por anillos o meter al padre en la bolsa» no se ajustaba mucho al concepto vikingo de la moral del honor y de la venganza. En realidad, de los quinientos casos de disputa que conocemos por las sagas, sólo unos treinta se resolvieron pacíficamente por el arbitraje del Thing.
 Rudolf Pörtner,  Die Wikinger-Saga.



viernes, 29 de septiembre de 2017

El cuento taoísta del Arpa amaestrada.


En el barranco de Lungmen se levantaba hace mucho, mucho tiempo un árbol Kiri que era el verdadero rey de la selva. Tenía tan alta la cima que podía conversar con las estrellas, y tan profundas sus raíces en la tierra, que sus anillos de bronce se mezclaban con los del dragón de plata que dormía en sus entrañas. Y ocurrió que un hechicero hizo de este árbol una arpa maravillosa, que sólo podía ser dominada por el más grande de los músicos. Durante siglos, esta arpa formó parte del tesoro de los emperadores de China, pero jamás, cuantos intentaron arrancar de ella algún sonido, vieron sus deseos coronados por el éxito. Sus esfuerzos titánicos sólo lograban arrancar de ella unas notas impregnadas de desdén; poco en armonía con los cantos que pretendían obtener.
El arpa rehusaba reconocer un dueño.
Vino por fin Peiwoh, el príncipe de los arpistas. Acarició el arpa como se acaricia un caballo indomable cuando se quiere calmarlo y pulsó dulcemente sus cuerdas. ¡Cantó las estaciones y la naturaleza toda, las altas montañas y las aguas corrientes, y todos los recuerdos aletargados en el árbol se despertaron!
Nuevamente la dulce brisa de la primavera se infiltró a través de las ramas. Las cataratas, al precipitarse en el arroyo, sonreían a los capullos de las flores. Otra vez se oían las voces soñadoras del verano con sus miríadas de insectos, el murmullo de la lluvia y el canto del cuclillo. ¡Oíd! Un tigre ha rugido y el eco del valle le responde. Es el otoño; en la noche desierta, la luna brilla como una espada sobre la hierba helada. El invierno; a través del aire lleno de nieve se agitan los torbellinos de cisnes y el granizo sonoro golpea las ramas con alegría salvaje.
Después Peiwoh cambió de tono y cantó el amor. Como un doncel enamorado, la selva se inclina delante de una nube parecida a una joven que vuela en las alturas; pero su paso arrastraba sobre el suelo largas sombras negras como la desesperación. Peiwoh canta la guerra; las espadas chocan y los caballos relinchan. Y en el arpa se levanta la tempestad de Lungmen; el dragón cabalga sobre el rayo, el alud se precipita desde las colinas con un ruido ensordecedor de trueno. El monarca Celeste, extasiado, pregunta a Peiwoh cuál es el secreto de su victoria. «Señor», contesta, «todos han fracasado porque sólo se cantaban a sí mismo. Yo he dejado al arpa escoger su tema y en verdad tengo que deciros que no sabía si era el arpa que dominaba a Peiwoh o Peiwoh que dominaba el arpa».

Este cuento muestra cuán difícil es el secreto del arte y cuán misterioso es su sentido. Una obra maestra es una sinfonía ejecutada con nuestros sentimientos más refinados. El verdadero arte es Peiwoh y nosotros somos el arpa de Lungmen. Al mágico contacto de la belleza, las cuerdas secretas de la belleza se despiertan y en contestación a su llamada vibramos y nos sobresaltamos.
El espíritu habla al espíritu; oímos lo que nos ha sido dicho, contemplamos lo invisible; el maestro arranca notas sin que sepamos de dónde. Recuerdos de largo tiempo olvidados vuelven a nosotros llenos de un nuevo significado. Esperanzas ahogadas por el temor, impulsos de ternura que no nos atrevemos a reconocer, se nos ofrecen rodeados de un nuevo esplendor. Nuestro espíritu es la tela sobre la que el artista pone los colores, los matices son nuestras emociones y el claroscuro está formado por la luz de nuestras alegrías y lo sombrío en nosotros y nosotros estamos en la obra maestra.

 Kakuzō Okakura (1863 - 1913)

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Ivan El Terrible.

Andrey Shishkin - Ivan the Terrible.

  Iván el Terrible es el zar ruso cuyo nombre ha sido objeto de mayor divulgación. Este personaje ha ejercido una siniestra fascinación a través de la historia, aunque sin dejar de ser una figura nebulosa contemplada a través de violencias y gran crueldad, la mayoría de los historiadores, como Karamzin a principios del siglo XIX, le han considerado un cruel tirano, pervertido por el poder. Sin embargo, en la Unión Soviética ha sido reconocido como un gran zar y, posteriormente, considerado héroe nacional, tal como nos lo demuestra el notable film de Eisenstein.
Iván será siempre motivo de controversia, como ya lo fue en su tiempo. Era un carácter extraordinariamente complejo y no aceptaba términos medios ni en su conducta ni en sus palabras. Tenía una personalidad viva y poderosa, e inspiró apasionadas leyendas y polémicas. Su vida fue trágica. Desde su más tierna infancia, y a lo largo de toda su vida, el miedo, las calamidades y las tragedias personales le agobiaron. Todas estas desgracias, en la mayoría de los hombres habrían causado la perdición.
El miedo, la traición y la desesperación le convirtieron en un hombre desconfiado al que costaba poco encolerizarse; los castigos que infligía a los demás eran los normales en aquellos tiempos. Es evidente que su comportamiento da muestras de muchos síntomas de un maníaco depresivo; su preocupación por el pecado, su ansiedad obsesiva en cuanto a su dinastía y sus reacciones poco humanas le llevaron muy cerca de la locura en ciertos momentos de su vida. Pero, al mismo tiempo, era un hombre capaz de sentir afecto y, en ocasiones, era amable y generoso, así como tolerante, y en todos los casos fue siempre un soberano práctico y responsable en lo referente a los intereses del imperio.
Iván fue uno de los zares más representativos y sobresalientes de Rusia. Hombre dominante, de gran inteligencia y habilidad, era un gobernante por naturaleza, y por ser el primer zar coronado con este título en Rusia, exigía la lealtad y devoción de todo su pueblo, para el cual él representaba el centro y epítome de la nación.
Iván estableció su poder absoluto en Rusia y convirtió la nación en una unidad, cuando en la inquieta Europa del siglo XVI los estados centralizados giraban enteramente alrededor de sus monarcas. Puede decirse que el acontecimiento que convirtió a Rusia en nación fue la conquista de los kanatos de Kazan y Astracán, hechos que hicieron exaltar la imaginación de todos los rusos. También fue Iván quien estableció los fundamentos del futuro imperio ruso, abriendo el camino a la colonización hacia el este. Luchó en occidente para conseguir un acceso al Báltico y para que Rusia tuviera su parte en el comercio y libre intercambio con el resto de Europa. Además, su reinado transcurría en unos momentos en que se creaba la maquinaria del gobierno centralizado y son muy notables las importantes reformas que llevó a cabo, tanto políticas como administrativas y eclesiásticas.
Sus súbditos le llamaron Grozny, que en ruso significa «el temido», es decir el zar «que ha de ser temido», en el mismo sentido en que Dios debe ser temido. La palabra Grozny puede que al ser aplicada a Iván incluyera también la idea de groza, tormenta, porque su temperamento era ciertamente tormentoso. Pero la palabra «temido» refleja mejor la actitud de sus súbditos.
Sin embargo, no se debe a un simple error de traducción el que la palabra Grozny haya sido aplicada como «El Terrible». Este sobrenombre deriva también de la reputación de Iván en el extranjero durante su reinado, reputación que ha quedado adherida a su figura a través de la historia, y que se debe principalmente a los informes y polémicas de sus enemigos, en particular del príncipe Andrei Kurbsky, cuyas calumnias, más que ningunas otras, han oscurecido la figura de Iván y contribuido a desmerecer su importancia como gran gobernante de toda la nación.




Lookouts.



Se trata de un corto titulado 'Lookouts', el cual nos plantea una historia fantástica donde un grupo de de jóvenes exploradores son emboscados por una terrible criatura voladora conocida como Basilisk, que es capaz de convertir a sus presas en piedra, y de la que sólo sobrevive Pehn, que escapa entre las sombras del Eyrewood , un bosque misterioso y mortal que es hogar de toda clase de criaturas salvajes. Pehn, debera encontrar el coraje para enfrentar su destino.
 Este cortometraje  está basado en "Lookouts" Cómic original de Penny Arcade, que fue escrito e ilustrado por Jerry Holkins y Mike Krahulik.


lunes, 25 de septiembre de 2017

Elucubraciones (XVI)

Zdzislaw Beksinski.

La simiente se esparce en el viento. El saber, en quien lo descubre

Toda persona que escucha la palabra «sociedad» sabe a qué se está aludiendo o, al menos, cree saberlo. Una persona transmite esta palabra a otra como se entrega una moneda de valor conocido, cuyo contenido no es necesario examinar. Cuando una persona dice «sociedad» y otra la escucha, ambas se entienden sin más. Pero ¿nos entendemos realmente?
La sociedad —es sabido— somos todos nosotros, es la reunión de muchas personas. Pero la reunión de muchas personas forma en la India o en China un tipo de sociedad muy distinto al que forma en América o en Inglaterra; la sociedad que en el siglo XII formaba en Europa un conjunto de personas particulares era distinta a la del siglo XVI o a la del siglo XX. Y, si bien es indudable que todas esas sociedades estaban y están compuestas únicamente por un conjunto de individuos particulares, es también evidente que el cambio de una forma de convivencia a otra no fue planeado por ninguno de esos individuos. Al menos, no se sabe de persona alguna que en el siglo XII o en el siglo XVI haya trabajado consciente e intencionadamente en la formación de la sociedad industrializada de nuestros días. ¿Qué es esta «sociedad» que formamos todos nosotros, pero que ninguno de nosotros, ni siquiera todos nosotros juntos, hemos querido y planificado tal como hoy existe, que sólo existe porque existen muchas personas y que sólo permanece porque muchas personas particulares quieren y hacen algo, esta «sociedad» cuya estructura, cuyas grandes transformaciones históricas, es evidente que no dependen de la voluntad de personas individuales?
Si se analizan las respuestas que suelen darse hoy en día a estas y otras preguntas similares, se observan, hablando vulgarmente, dos posturas enfrentadas. Parte de la gente se aproxima a las formaciones histórico-sociales como si estas hubieran sido bosquejadas, proyectadas y creadas por una serie de individuos o de entidades, tal como, en efecto, aparecen ante una mirada retrospectiva. Las personas que mantienen esta postura pueden, en el fondo, advertir que su tipo de respuesta no es suficiente —sea cual sea su modo de adaptar y ajustar sus ideas para acomodarlas a los hechos, el modelo teórico al que estas están ligadas es y ha sido siempre el de la creación planificada y racional de una obra, como un edificio o una máquina, realizada por personas individuales—. Cuando tienen ante sí determinadas instituciones sociales, parlamentos, policías, bancos, impuestos o lo que sea, buscan explicarlas recurriendo a las personalidades que crearon originalmente tales instituciones. Cuando tienen que vérselas con géneros literarios buscan al hombre que dio el ejemplo a los otros. Cuando se topan con formaciones difíciles de explicar de esta manera, como el lenguaje o el Estado, proceden al menos como si estas formaciones sociales pudieran explicarse del mismo modo que aquellas otras creadas por personas individuales premeditadamente y con una finalidad determinada. Así, por ejemplo, afirman que la finalidad del lenguaje es el entendimiento entre las personas, o que el objetivo del Estado es el mantenimiento del orden, como si en el transcurso de la historia de la humanidad el lenguaje o la organización en Estados de determinadas agrupaciones humanas hubieran sido creados, mediante una reflexión racional, para el cumplimiento de esos fines determinados. Y bastante a menudo, cuando tropiezan con fenómenos sociales que evidentemente no pueden explicarse mediante este modelo, como, por ejemplo, la transformación de los estilos artísticos o el proceso de la civilización, simplemente dejan de pensar en ellos. No continúan haciéndose preguntas.

La sociedad, que con tanta frecuencia se opone mentalmente al -individuo-; está integrada totalmente por individuos y uno de esos individuos es uno mismo


Norbert Elias (1897- 1990).

jueves, 31 de agosto de 2017

Espada y Escudo.


Bajo el maltrecho escudo del cielo
El hombre se sienta en una silla negra a lomos de un caballo negro
El cabello largo y gris se mece alrededor de su yelmo de hierro
Sin saber nada de cómo llegó a estar aquí
Solo que donde ha llegado a estar no es ningún sitio
Y donde debe ir está quizá cerca
Su barba es del tono de la nieve sucia
Sus ojos son ojos que nunca se deshelarán

Bajo su peso el caballo no respira
Ni tampoco respira el hombre y el viento gime hueco
Por las muescas de su herrumbrado camisote de escamas
Y es demasiado girarse al acercarse
Jinetes uno por la derecha el otro por la izquierda
Sobre caballos muertos con ojos vacíos frenan
Se acomodan en silencio con extraña familiaridad
Flanqueando tranquilos su mando natural

Bajo el peso de los tres el suelo carece de vida
Y dentro de cada uno se agitan cenizas en la endecha
De lúgubres recuerdos que se van deslizando en el arrepentimiento
Pero todo ha pasado y los caballos no se mueven
Y así él vuelve los ojos a la derecha con la mandíbula apretada
Contempla la mirada tuerta que una vez conoció aunque no bien
Respondiendo a la irónica sonrisa con repentina necesidad
Así que pregunta: «¿Están esperando, cabo?»

«Legados y sueltos en la llanura muerta, sargento,
¿Y no era eso lo que quería?»
A eso no puede más que encogerse de hombros y posar la mirada en el otro
«Veo su atavío y lo conozco, señor, pero a la vez no»
Negra barba y faz oscura, una frente como basalto agrietado
Un hombre pesado en armadura que pocos podrían soportar
Y recibe la observación con una mueca
«Entonces conozca, si quiere, a Brukhalian de las Espadas Grises»

Bajo estos tres el trueno cabalga sobre la tierra ignota
Nada repentino pero creciente como un corazón que despierta
Y los ecos bajan rodando del escudo de las alturas
Cuando el hierro reverbera en la carga de lo que debe ser
«Así que una vez más los Abrasapuentes marchan a la guerra».
A lo que Brukhalian añade: «También las Espadas Grises que cayeron
Y este al que tú llamas cabo renació solo para morir,
Un nuevo puente forjado entre usted y yo, buen señor»

Giran entonces en sus monturas que no respiran
Para revisar las filas dispuestas en masas granulosas en la llanura
Avanzan a la guerra desde donde y desde lo que una vez habían sido
Cuando todo lo que se conocía es todo lo que uno conoce otra vez
Y en este lugar el brezo nunca florece
La sangre que se ha de derramar nunca se derrama y nunca fluye
Iskar Jarak, Ave Ladrona, se sienta a lomos de un caballo negro
Y piensa en mandar una vez más

Espada y Escudo
Pescador kel Tath

 Steven Erikson - Doblan por los mastines

lunes, 28 de agosto de 2017

Lug.

Jim Fitzpatrick-the coming of lugh.

Lug es conocido también como Lugh, Lugus, Lug Lámfhota o Lug Lámfhada (irlandés antigo: Lug= luz, brillantez; Lámfhada = Brazos Largos). Patronímicos: mac Céin, mac Ethleann, nombre en irlandés antiguo de su madre Eithne. Epítetos: Samhildánach (El que posee todas las artes y oficios), Ildanách. Según algunos autores, el nombre de Lug se deriva del céltico lugio, que significa juramento, lo que sugiere que originalmente puede haber sido también un patrón o garantizador de contratos comerciales orales, una función que concuerda con la definición del dios hecha por Julius Cesar. Y otros creen que su nombre es un derivado de lugos = cuervo, indicando con ello una conexión del dios con los cuervos, y aduciendo que antes de comenzar la Segunda Batalla de Mag Tuired, los cuervos avisan a Lug de que se acercan los fomorianos; y que los cuervos contribuyeron con buenos augurios a la fundación de la ciudad de Lugudunum como capital de Las Galias durante la época romana (Green 1992: 135).
Lug era también el dios patrocinador de un arcaico culto estacional a las cosechas.
Algunas características de Lug lo acercan a las más arcaicas tradiciones indo-europeas. Un ejemplo es el de los largos brazos conque aparece representado o descrito, que posee un eco en el epíteto del antiguo dios indoario Savitar “el de las anchas manos” . Algunos autores consideran que ese sobriquete de Lámhfhada no indicaba físicamente brazos largos del dios, sino que era capaz de poder lanzar o alcanzar al enemigo arrojando su lanza desde una larga distancia. Sin embargo, muchas representaciones gráficas lo presentan de ese modo, con dos largos brazos extendidos. Ildanách, por otra parte, sugiere que puede haber sido un mago, adivino o incluso druida. Y otro patronímico de Lug es Maicnia, El joven guerrero. Lug puede haber ido originalmente un dios solar o de la luz, y también un dios patrón del comercio, de los tratos, de los contratos; y como se ha indicado, existen razones para conectarlo con el cuervo, que podía haber sido su totem.




sábado, 12 de agosto de 2017

EL VIAJE A AMÉRICA 813 d.C.


Navegaron el verde mar gracias a las estrellas y la orilla, y cuando la orilla fue sólo un recuerdo y el cielo de la noche se quedó nublado y oscuro navegaron gracias a la fe, e invocaron al Todopoderoso para que les permitiera llegar a tierra sanos y salvos.
Habían tenido un viaje terrible, no se sentían los dedos y tenían unos escalofríos en los huesos que ni siquiera el vino podía aliviar. Se levantaban por la mañana y veían que la escarcha les había alcanzado la barba y, hasta que el sol los calentaba, parecían hombres viejos con una barba canosa prematura.
Los dientes se les empezaron a caer y tenían los ojos hundidos en las cuencas cuando avistaron las verdes tierras del oeste. Los hombres dijeron: «Estamos lejos, lejos de nuestras casas y hogares, lejos de los mares que conocemos y las tierras que amamos. Aquí, en el borde del mundo seremos olvidados por nuestros dioses.»
Su jefe se encaramó a la cima de una gran roca y se burló de ellos por su falta de fe.
—El Todopoderoso creó el mundo —gritó—. Lo construyó con sus manos de los huesos maltrechos y la carne de Ymir, su abuelo. Puso el cerebro de Ymir en el cielo como nubes, y su sangre salada se convirtió en los mares que hemos cruzado. Si él creó el mundo, ¿no os dais cuenta de que también él creó esta tierra? ¿Y si morimos aquí como hombres, no seremos recibidos en su morada?
Y los hombres lo aclamaron y rieron. Con gran voluntad se pusieron a construir un refugio con árboles partidos y barro, dentro de una pequeña empalizada de troncos afilados, aunque, por lo que sabían, eran los únicos hombres de la nueva tierra.
El día en que finalizaron el refugio hubo una tormenta: a mediodía, el cielo se volvió tan oscuro como la noche, y el cielo fue desgarrado por horcas de llamas blancas, y los estruendos se oían tan fuertes que los hombres casi se quedaron sordos por su culpa, y el gato de a bordo que se habían traído para que les diera buena suerte se escondió tras el drakar varado en la playa. La tormenta fue tan poderosa y tan fiera que los hombres rieron y se dieron palmadas en la espalda y dijeron: «El trueno está aquí con nosotros, en esta tierra lejana», y dieron gracias y se alegraron y bebieron hasta que empezaron a tambalearse.
En la oscuridad llena de humo de su refugio, aquella misma noche, el bardo les cantó las viejas canciones. Cantó sobre Odín, el Todopoderoso,que se sacrificó por sí mismo con la misma valentía y nobleza con la que otros se sacrificaron por él. Cantó sobre los nueve días que el Todopoderoso estuvo colgado del árbol del mundo, con el costado atravesado por una lanza y del que manaba sangre, y les cantó sobre todas las cosas que el Todopoderoso había aprendido en su agonía; nueve nombres y nueve runas, y dos veces nueve amuletos. Cuando les habló de la lanza que perforó el costado de Odín, el bardo chilló de dolor al igual que había hecho el Todopoderoso en su agonía, y todos los hombres se estremecieron al imaginar su dolor.
Encontraron el scraeling al día siguiente, que era el propio día del Todopoderoso. Era un hombre pequeño que tenía el pelo tan negro como el ala de un cuervo y la piel del color rojo cálido de la arcilla. Al hablar usó unas palabras que ninguno de ellos pudo entender, ni tan sólo el bardo, que había estado en un barco que había cruzado las columnas de Hércules y que sabía hablar la lengua de los comerciantes del Mediterráneo. El extraño iba vestido con pieles y plumas y llevaba pequeños huesos trenzados en su larga melena.
Lo condujeron a su campamento y le dieron de comer carne y una bebida fuerte para saciar la sed. Se rieron a carcajadas del hombre, que tropezó mientras cantaba, de la forma en que ladeaba y dejaba muerta la cabeza, y eso que había bebido menos de un cuerno de aguamiel. Le dieron más bebida y al cabo de poco ya estaba tirado bajo la mesa con la cabeza escondida bajo el brazo.
Entonces lo cogieron, un hombre por cada hombro, un hombre por cada pierna, lo llevaron a la altura de los hombros, los cuatro hombres le hacían de caballo de ocho patas, y lo llevaron en cabeza de una procesión hasta un fresno desde el que se divisaba la bahía, donde le pusieron una soga alrededor del cuello y lo colgaron al viento, su tributo al Todopoderoso, al Señor de la Horca. El cuerpo del scraeling se meció en el viento, la cara se le fue oscureciendo, con la lengua fuera, los ojos se le salían de las órbitas, el pene lo bastante duro como para colgar un casco de cuero, mientras los hombres aplaudían y gritaban y reían, felices de enviar su sacrificio a los cielos.
Y, al día siguiente, cuando dos grandes cuervos se posaron sobre el cadáver del scraeling, uno en cada hombro, y comenzaron a picotearle las mejillas y los ojos, los hombres supieron que su sacrificio había sido aceptado.
Neil Gaiman- American Gods 

sábado, 5 de agosto de 2017

Kvothe.

kvothe

“Si quieres saber quién eres, camina hasta que no haya nadie que sepa tu nombre. Viajar nos pone en nuestro sitio, nos enseña más que ningún maestro, es amargo como una medicina, cruel como un espejo. Un largo tramo de camino te enseñará más sobre ti mismo que cien años de silenciosa introspección.”

Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capacidad de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa según sus necesidades. La primera es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor: pasando por la primera puerta. La segunda es la puerta del olvido. Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que «el tiempo todo lo cura» es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta. La tercera es la puerta de la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es solo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad. La última puerta es la de la muerte. El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado.
Patrick Rothfuss . 

jueves, 27 de julio de 2017

Ran.


En la mitología escandinava, Ran es una diosa marina que pesca a los ahogados con su red y entonces, habiendo enmarañado a los hombres en sus mallas y destruido sus barcos contra los cortados acantilados, los arrastraba tranquilamente hasta su sombrío reino.
Ran era considerada la diosa de la muerte para todos aquellos que perecían en el mar y los nórdicos pensaban que ella agasajaba a los ahogados en sus cuevas de coral, donde se extendían divanes para recibirles y donde el hidromiel corría libremente como en el Valhalla. Se pensó posteriormente que la diosa tenía una gran afición al oro, que se llamaba la "llama del mar" y se utilizaba para iluminar sus palacios. Esta creencia se originó con los marineros y nación del impresionante brillo fosforescente de las olas. Para ganarse las buenas bendiciones de Ran, los nórdicos se cuidaban de esconder un poco de oro cerca de ellos siempre que algún peligro en particular les amenazaba en el mar.

miércoles, 19 de julio de 2017

Cosacos zapórogos escribiendo una carta al Sultán.

 Iliá Repin, 1880-1891 - Reply of the Zaporozhian Cossacks.
Cosacos zapórogos... rememora un hecho legendario de la historia ucraniana, cuando en 1676 los cosacos ucranianos de Zaporozhia enviaron una carta al Sultán Mehmed IV del Imperio otomano, luego de derrotar al ejército imperial en batalla, y ante la insistencia del Sultán para que –a pesar de esta derrota– aceptaran su dominio. Los cosacos, liderados por Iván Sirkó, replicaron en forma poco común: escribieron una carta repleta de insultos y obscenidades.
El cuadro muestra la diversión de los cosacos al leer el ultimátum del Sultán, y escribir y leer la sarta de vulgaridades que constituyó la respuesta.
El ultimátum del Sultán:
Como Sultán, hijo de Mahoma; hermano del sol y de la luna; nieto y virrey de Dios, gobernante de los reinos de Macedonia, Babilonia, Jerusalén, Alto y Bajo Egipto, emperador de emperadores, soberano de soberanos, extraordinario caballero, nunca derrotado; firme guardián de la tumba de Jesucristo, delegado del poder divino, esperanza y confort de los musulmanes, cofundador y gran defensor de los cristianos,... Les ordeno, cosacos zapórogos, a someterse a mí voluntariamente sin resistencia alguna, y cesar de molestarme con vuestros ataques.
 
Sultán de Turquía Mehmed IV
La respuesta de los cosacos:
¡Cosacos zapórogos al sultán turco!
Oh sultán, demonio turco, hermano maldito del demonio, amigo y secretario del mismo Lucifer. ¿Qué clase de caballero del demonio eres que no puedes matar un erizo con tu culo desnudo?. El demonio caga, y tu ejército lo traga. Jamás podrás, hijo de perra, hacer súbditos a hijos de cristianos; no tememos a tu ejército, te combatiremos por tierra y por mar, púdrete.
¡Sollastre babilónico, loco macedónico, cantinero de Jerusalén, follador de cabras de Alejandría, porquero del alto y bajo Egipto, cerdo armenio, ladrón de Podolia, catamita tártaro, verdugo de Kamyanéts, tonto de todo el mundo y el inframundo, idiota ante nuestro Dios, nieto de la serpiente y calambre en nuestros penes. Morro de cerdo, culo de yegua, perro de matadero, rostro del anticristianismo, folla a tu propia madre!
¡Por esto los zapórogos declaran, basura de bajo fondo, que nunca podrás apacentar ni a los cerdos de cristianos. Concluimos, como no sabemos la fecha ni poseemos calendario; la luna está en el cielo, es el año del Señor, el mismo día es aquí que allá, así que bésanos el culo!
Koshovyi Otamán Iván Sirkó y todos los zapórogos.

domingo, 16 de julio de 2017

Fossegrim (Nacken)

Johan Egerkrans "Nakken"

En el folclore escandinavo, el Fossegrim, también conocido simplemente como Grim (noruego) o Strömkarlen (sueco), es un espíritu del agua o trol que toca el violín, especialmente el violín Hardanger, y puede ser persuadido para enseñar dicho talento.
El Fossegrim está relacionado con los neck o nixie, por lo que también es conocido en Suecia como Nacken, pero en lugar de estar relacionado con estanques y lagos se le asocia con ríos, con cascadas y con los molinos de agua.
El Fossegrim es considerado como un violinista de talento excepcional: los sonidos del bosque, del viento y del agua brotan de las cuerdas de su violín. Se dice que la balada del Strömkarlen sueco tiene once variaciones, y que la última se reservaba únicamente para los espíritus de la noche porque cuando la tocaba "las mesas y bancos, tazas y botes, barbagrises y abuelas, ciegos y cojos, incluso los bebés en la cuna"comenzaban a bailar.
Este espíritu estaría dispuesto a instruir a los humanos en sus habilidades a cambio de una ofrenda hecha en secreto un jueves por la noche: lanzar un macho cabrío blanco a una cascada que fluya hacia el norte con la cabeza mirando al lado contrario de la cascada o fenalår (cordero ahumado) robado del almacén del vecino cuatro jueves consecutivos. Si la ofrenda no tiene suficiente carne en los huesos, sólo instruirá al suplicante cómo afinar el violín. Si la ofrenda es satisfactoria, tomará la mano derecha de su pupilo y colocará sus dedos sobre las cuerdas del violín hasta que sangren, después de lo cual será capaz de tocar tan bien que "los árboles danzarían y los torrentes se detendrían en su caída".
El carácter amable ha ido cambiado en las leyendas hasta aparecer como un demonio vil y codicioso, que con su canto incita al suicidio de los que se aventuran en sus dominios.



domingo, 2 de julio de 2017

Las naves de Nydam.


Hacia el año 350, durante; la edad del hierro en el norte de Europa, una nave que trasportaba; unos cuarenta guerreros; arribó a una playa en la que hoy es el sur de Dinamarca.
Con su casco sin puente, las tablas; solapadas, los remos dispuestos en forma de espiga y la proa y la popa altas y simétricas, el barco tenía la configuración escandinava clásica. Los guerreros; empuñaban espadas de hierro y vestían ropa de lana. Un observador; actual habría deducido que eran vikingos, pero los desmanes de estos no empezarían hasta 450 años después. De hecho, aquellos hombres eran prototipos de los vikingos.

Cuando la quilla de su barco embarrancó en la arena, los guerreros arrastraron; hasta la playa su embarcación de cinco toneladas, a continuación se adentraron en el bosque y, poco después tropezaron con una aldea próxima al lago. Una decena de casas comunales con el techo de paja; alojaba a sus familias; con su ganado. Completaban el asentamiento los ahumaderos, la forja y otros edificios pequeños.
Cuando los guerreros atacaron, los jóvenes del poblado; salieron dispuestos a combatir. Los intrusos, inferiores en número, no tardaron en sucumbir a manos de los lugareños.
Los vencedores; encontraron la nave vacía. Al día siguiente la engancharon a unos caballos; y la remolcaron; hasta el lago. Una vez allí, empezaron a destrozar; las pertenencias de los guerreros muertos: espadas, lanzas, hachas, y efectos personales como; monedas, guardapelos, e incluso; tenacillas y limpiauñas. Los lugareños rompieron la madera de las lanzas y los mangos de las hachas, astillaron los astiles de las flechas; y doblaron sus puntas. El herrero se apropió de las espadas, las; retorció a martillazos y las; arrojó; al lago. Los lugareños; creían que con el sacrificio de todos; aquellos tesoros; expresaba su gratitud; por la victoria a los dioses que, según sus creencias habitaban en el lago.
Alguien abrió una brecha en el casco. Cuando empezó a entrar agua, los hombres empujaron el barco para que se alejara de la orilla y entonaros plegarias a los dioses de la tribu. Sacrificaron algunos caballos y los arrojaron al agua. Después contemplaron como la nave se escoraba y se hundía; bajo la superficie.

Las naves y las armas hundidas, en el pantano danés llamado Nydam Mose, no solo arrojan luz sobre los orígenes de las tradiciones vikingas, si no que ilumina también la oscura historia de la edad de hierro en el norte de Europa.